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Todo aquel que
entienda y ame al cine como la más perfecta forma de expresión y narración visual,
debería hallar en Life of Pi
(Lee, 2012) un excelente ejemplo de lo que el formato permite y logra alcanzar.
Y es que Ang Lee, que ya de por si me parecía un excelente director, logró con
esta nueva entrega demostrar por qué es un gran contador de historias.
La premisa era retadora:
Una aventura ambientada en un bote salvavidas con dos únicos pasajeros, un
joven de 16 años y un tigre de bengala… Pero Lee halló en ello la oportunidad
de exponer una maravilla visual que perdona cualquier otro problema que la
historia tenga, si es que uno se los encuentra.
Y es que Life of Pi es, como el libro original
al cual adapta (MARTEL, Yann,
2001), una película espiritual que busca conectar con su audiencia en el
plano de las emociones más íntimas y trascendentales, razón esta por lo cual
puede ser una película insulsa para varios, mientras que, para otros, convertirse
en una bellísima e inolvidable experiencia.