Caldas, Antioquia; mañana del viernes 31 de agosto de 2018.
36 horas desde mi llegada y ya me oriento por la ciudad lo suficientemente bien como para no perderme (al menos por la zona central y las calles aledañas a la casa donde me quedo).
La casa vecinal en donde me quedaba. |
Como les había contado en la primera entrada, la noche en que llegué Natalia me llevó caminando a buscar un sitio en donde tomarnos algo y aunque ella solo insistía en lo muerto que estaba todo, yo quedé asombrado por la cantidad de locales abiertos, así no tuvieran clientela, con sus mesas colocadas en plena acera, invitando a quedarse un rato.
Pero ayer jueves tocó por fin salir de día a pasear y conocer y entendí porqué ella había insistido en catalogar de desierto a la noche anterior... ¡Wao! ¡Qué vida la de Caldas! No sé ni por dónde empezar.