jueves, 30 de agosto de 2018

Diario colombiano #1

Caldas, Antioquia, mañana del jueves 30 de agosto de 2018.
La última vez que salí de Venezuela fue en septiembre de 2001, hace 17 años, cuando tenía 22. Desde entonces, sólo iba al aeropuerto de Maiquetía para llevar o recoger gente, pero nunca para irme yo.
Rompo una lanza por Avior y todo el personal del aeropuerto, que funcionaron como se esperaba de ellos.

En fin, que cuando llegué ayer al mencionado lugar, ahora por fin como viajante, no funcionaba el aire acondicionado y justo luego de los trámites de rigor, se fue la luz por cerca de 40 minutos. Sin embargo, salvo por esa dosis de patria socialista, todo fluyó sin retrasos ni contratiempos, por lo que, como la situación general del país me enferma y es por todos conocida, iré directo a mis primeras impresiones sobre Colombia.

Obviamente, viniendo de la Venezuela arruinada por el chavismo, la sensación de entrada es la de haber llegado a un industrializado y muy institucional país del primer mundo. El aeropuerto internacional José María Córdoba queda en la ciudad de Río Negro, un altiplano más elevado que Medellín y como a una hora de ésta, y Natalia, mi novia y anfitriona, vive en Caldas, una ciudad dormitorio al otro lado de la capital antioqueña, por lo que nos tomó un buen rato llegar hasta su casa, primero en autobús de Río Negro a Medellín y luego en taxi de ahí a Caldas, pero todo por unas amplias y muy bien iluminadas carreteras en perfecto estado, sobre las que no sentí un solo bache o superficie irregular.

Pero el mejor recuerdo de la noche, excluyendo el importante de reencontrarme con mi novia luego de un año separados y que, si a ver vamos, no compete a nadie sino a mí, fue cuando salimos a caminar por calles semidesiertas a las once y pico de la noche, buscando un sitio donde [volver a] comer, charlando distendidamente y completamente a salvo de que nadie nos echara un quieto para robarnos los celulares o abalearnos a mansalva por puro deporte... Una experiencia que sirvió para comfirmarme el chiste ese sobre que los venezolanos tenemos un muy severo trauma: escuchar acercarse a una moto me disparaba micro episodios de pánico que no terminaban hasta que el motorizado se alejaba sin tan siquiera habernos notado deambulando por el medio de la calle solitaria... *suspiro* ...¡Me cago en Chávez!

Seguiremos informando.

4 comentarios:

  1. Tengo dos años afuera y sigo con miedo de andar por la calle en la noche :(

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  4. Viajo con frecuencia a otras latitudes y la sensacion nunca desaparece! Me pregunto si sera de por vida! Opiniones compartidas " Me cago en chavez " !..

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