Recuerdo los exámenes de Principios de
Físico-Química, la famosa materia del tercer semestre de Biología en la U.C.V.
que, sin embargo, la inmensa mayoría no cursábamos sino cuando llegábamos al
quinto, debido a que sólo la abrían una vez al año -pese al régimen semestral- y
porque era prelada por Matemática General II, Física General II y Principios de
Química II, las tres marías de segundo
semestre que alguien siempre había raspado o retirado, dejándonos desregularizado
el pensum, lo que era el inicio de un fastidioso cursus honorum retorcido en donde siempre estaríamos atrasados en algo. Lo
que fuese.
Los exámenes de esta materia tomaban una
jornada entera para ser respondidos cabalmente, por más que sólo constaban de 3
preguntas (una obligatoria de 12 pts. y dos opcionales para escoger una, que
valían los 8 restantes). Se presentaba en domingo o día feriado y nos dividían
en 3 salones, cuidados por la batería de 6 preparadores que ayudaban al profesor
de la unidad respectiva, ya que la materia era impartida, en principio, de
forma colegiada por 3 o 4 profesores distintos -de los cuales no todos
gustaban de ese método, cuidando ellos solos el examen y limitando el tiempo a
sólo dos horas. Pero Julio Vivas, el coordinador de la materia, fue durante
buena parte de los ‘90s quien la daba en su totalidad, y a él le encantaba enseñarla
y evaluarla en equipo, otorgándonos todo el tiempo del mundo para responder los
exámenes.
Mi preparador fue Félix, miembro de la
pareja de “preparadores 2”, es decir, uno de los dos jefes de preparadores (“los
sargentos”, como dirían los militares), que tenían que coordinar a los demás y
suplir al profesor en caso de no poder dar la clase. Él fue quien me convenció
de quedarme a responder el primer examen, dado que mi plan original era entrar,
firmar e irme. Sin embargo, seis horas después, estaba entregando un montón de
hojas que, luego de corregidas, me valieron 12 puntos (todo un notón en aquellos
buenos-viejos tiempos de Biología).
Y advierto que a mí me tomó poco, porque
muchos entregaron luego de ocho o incluso nueve horas presentando. Pero como hacían todos, salí del salón varias veces con la intención de relajarme, tomar agua y compartir
impresiones sobre el examen. Había quienes se llevaban el almuerzo en un Tupperware y se instalaban a ingerirlo
por un buen rato, en pequeños grupos, de modo de recabar fuerzas y darse ánimo.
Aquello no tenía nada de particular, porque quien no había estudiado y
aprendido, era totalmente incapaz de responder pregunta alguna, así se la
estuviesen dictando desde la puerta... ¡Nada: aquello era sólo para quienes sabían
y punto!
Lamentablemente, esto transcurrió a finales
de 1998, el año en que empezó mi “crisis”: el período que he equivalido a un
divorcio donde, pese a mi amor por la ciencia biológica, terminé alejándome de
ella porque no podíamos seguir conviviendo. Pero eso fue después, entonces,
cuando aquello apenas me empezaba, yo no entendía lo que me sucedía, por lo que
seguí cursando mis estudios como si nada grave me estuviera pasando, convencido
que pronto lo solucionaría… Pero cuando llegaron el segundo y tercer parcial, yo
sentía que me hablaban en chino durante las preparadurías y no era capaz de
resolver un problema por mi mismo cada vez que me reunía a estudiar en casa de
Eva o de Sofía.
Lo que hacía la cosa más estresante era que,
para poder pasar la materia, había que aprobar todos y cada uno de los cuatro exámenes,
más la nota de práctica que ponían los preparadores. Julio Vivas explicaba
esta particularidad con una breve fábula: dos egresados de una escuela de
aviación recibían rangos de acuerdo a sus notas finales. Al que se graduó con
17 le daban una gorra de piloto, mientras que al que lo hizo con 15, una de
copiloto. Seguidamente, ambos, título en mano, partían alegres para su
primer vuelo. Cuando el viaje estaba por terminar, el piloto se quitaba su
gorra, se volteaba hacia su compañero y se la entregaba diciendo “ten, que yo
salí bien en todo, menos en el examen de aterrizaje, que lo raspé”, a lo que
contestaba el copiloto “¡Yo también!”… “Toda la materia es importante, y tienen
que dominarla completa”, concluía Julio. Así que poco importaba haber sacado 20
pts. en tres de los cuatro exámenes: si tenías 09 en el cuarto o en la práctica, te ibas a reparación igualito.
Y a reparación fui a dar, lográndola pasar
en la raya. Pero entonces era tarde: yo había cambiado y, luego de dos
tortuosos y deprimentes años en los que vi a todos mis amigos y compañeros de
cohorte avanzar, me terminé retirando de la carrera, para nunca más volver.
Sin embargo, había aprobado Físico-Química. La
había cursado y salido airoso (aunque con heridas leves). Y es que la materia era
como aquellos rituales de iniciación que tenían las sociedades preindustriales
(y que de alguna manera subsisten hoy en día, pero atenuados u ocultos con
formas legales). Uno era estudiante de Biología de uno entre dos grupos: los
que no habían cursado Físico-Química y los que sí. Quienes ya la
teníamos aprobada, éramos tratados como adultos, como miembros de pleno derecho
de la comunidad universitaria y que teníamos anécdotas que contar, mientras nos
sentábamos en la “plaza los caros” a opinar de lo que nos viniese en gana con
toda propiedad, porque ya éramos grandes y nos las sabíamos todas ¡Ya habíamos
aprobado Principios de Físico-Química,
no joda!
Hola Sebas, ahora es que vengo a leer esta nota pero me gustaría comentarla. Lo primero que tengo que decir es: guao! que memoria, recuerdas hasta cuántas preguntas tenian los exámenes!; me hiciste regresar al pasado y recordar todas las vivencias de esta época. Yo vi fisico-química dos veces porque, a pesar de que la primera vez había ya pasado los dos primeros exámenes, en ese año tuvimos un viaje a Roma con la coral a mitad de semestre que duró dos semanas y media, y siendo esta materia como bien la acabas de describir una de las mas pesadas, tambien llamadas "filtros", al regresar hablé con el Julio Vivas y èl me aconsejó retirarla porque no me iba a dar tiempo de retomar todo el contenido perdido (imaginate, por dos semanas!!) pero no me arrepiento de mi decisión y la segunda vez la disfruté mucho más, fisico-química era un curso interesantisimo. Por cierto, recuerdo que cuando contaba a la gente que no era de la facultad sobre la modalidad de las pruebas no me creía jajaja
ResponderEliminarEn Narnia como que se las aplican también :s
ResponderEliminarEstando yo en el primer semestre de Ingeniería en la Universidad de Carabobo, me tocó reparar Análisis Matemático I junto con 63 compañeros más. Fui el único que aprobó el examen, con 12 puntos. Fue el miércoles de ceniza del año 2001, por lo que se imaginarán todo lo que tuve que estudiar durante ese carnaval para lograr esa proeza.
El resto de la carrera (de régimen semestral), repetí como 15 materias, pero en 6,5 años culminé la escolaridad y en 6 meses el trabajo especial de grado, para totalizar 7 años de escolaridad en Ingeniería Industrial.