No sé por qué, pero los números que la cultura popular -más no la teoría matemática- llama "redondos" siempre me han gustado bastante. Imagino que es entonces por eso que los años terminados en '0 o '5 siempre los asumo como "años significativos".
Repensándolo, lo anterior quizá sea debido a una conexión inconsciente -y nada original- con la tradición universal que valora, con mayor carga conmemorativa, los aniversarios llamados "de Plata" (25 años), "Oro" (50) y "Platino" (75) (por no hablar de los centenarios) y que, cuando aún no se alcanzan, se consuelan con unidades de diez, tales como los "décimo", "vigésimo", "trigésimo" aniversario, etc. Es decir ¿algún vez han visto un DVD o CD conmemorativo por el "17° aniversario" de una película clásica o el "22° aniversario" de un disco famoso? ¡No! ¿La gente se hace un drama cuando cumple 30, 40 o 70 años o cuando cumple 26, 32 o 55? Nuestra cultura está montada en una escala decimal y es sobre ella que se marcan los hitos.
2015, por tanto, me invitaba desde lo recóndito de mi cerebro y en forma insistente, a buscarle un significado, emotivo e importante, que me obligase a vestir de etiqueta, pronunciar un discurso y beber champagne...