Este capítulo salió publicado el lunes 10 de agosto de 2020 por mi podcast Perípatos (que también pueden escuchar por Spotify) y en él continúo la cobertura sobre las elecciones presidenciales americanas, al tiempo que me valdré de ello para ir explicando poco a poco la historia, las características y las instituciones del sistema político de los Estados Unidos.
Pero antes de comenzar quiero agradecerle públicamente a los primeros 5 mecenas de Peripatos: gracias a su gentil aporte, este proyecto comienza a hacerse sostenible en el tiempo.
Relacionado tangencialmente con lo anterior quería comentarles algo que, si a ver vamos, es bastante obvio, pero decirlo me servirá para introducir la primera innovación a la serie: como ustedes se podrán imaginar, producir este podcast es un trabajo como cualquier otro, pero lo que más me cuesta es tratar de resumir el tsunami de noticias electorales al tiempo que trato de encontrar espacio para poder desarrollar temas menos inmediatos pero más profundos y que revelan la naturaleza del sistema político en cuestión.
Es por esto que, a partir de este capítulo, en la sección introductoria resumiré el estado de la campaña mediante una revisión de las encuestas, estado por estado, más la mención a cualquier evento noticioso que pueda incidir en ese comportamiento electoral de esta semana a la siguiente. De esta forma espero poder equilibrar lo actual y noticioso con lo trascendente y más académico.
Sin más preámbulos, empecemos.
¿Cómo están las encuestas?
Para el siguiente resumen de encuestas, basaré mi análisis en la data recabada por la página Electoral-Vote.com, donde clasifican a los estados en 7 categorías, a saber:
- Estados fuertemente demócratas.
- Estados probablemente demócratas.
- Estados escasamente demócratas.
- Estados empatados.
- Estados escasamente republicanos.
- Estados probablemente republicanos.
- Estados fuertemente republicanos.
El criterio utilizado para clasificar a un estado fuertemente a favor de uno u otro candidato, es que al promediar las encuestas publicadas, la diferencia sea igual o mayor a 10%. Para que un estado clasifique de “probable”, la diferencia tiene que estar entre 5 y 10% y para que sea “escasamente”, la diferencia tiene que ser menor a 5%, es decir, tiene que estar dentro del margen de error (ah y, por supuesto, empatados significa literalmente eso: empatados, es decir, los mismo números para las dos candidaturas).
Al corte del domingo 9 de agostopor la noche, la candidatura de Joe Biden promedia con mucha fuerza -recuerden, más de 10% de diferencia- en 18 estados + el D.C., sumando con ello 217 votos electorales ya de entrada. Seguidamente, aparece como probable ganador (es decir, con entre 5 y 10% en las encuestas) en 6 estados que, sumados, aportan 96 votos. Y finalmente, aparece escasamente como ganador -o dentro del margen de error- en 3 estados, que aportan 59 votos. Total: 372 electores, más de 100 electores por encima de los 270 necesarios para ganar el Colegio Electoral.
Por el otro lado, Donald Trump lidera con fuerza en 14 estados que le otorgan 81 electores, más 4 estados en los que aparece como probable ganador y que aportan 39 electores y finalmente 3 estados donde está por arriba pero dentro del margen de error y que valen 30 electores, para un total 150 electores.
Recuerden que el Colegio Electoral lo conforman 538 personas, por lo que los 16 votos que faltan para completar dicho total son los del estado de Georgia, capital Atlanta, donde ambas candidaturas están empatadas con 46% cada una.
En esta oportunidad no puedo detenerme a hacer un análisis detallado para cada estado, pero no quiero dejar de mencionar el asombro que me produce ver que entre los estados donde Biden lidera con ventaja se hallan Florida, estado que Obama ganó dos veces pero que Clinton perdió, es decir, un estado pendular, y Arizona, este último un estado fronterizo que desde la 2° Guerra Mundial los demócrata sólo han ganado dos veces: en 1948 y en 1996. Más sorprendente aún, Biden tiene una ventaja, muy estrecha pero consistente desde hace semanas ¡en TEXAS! El estado de los Bush, uno de los más iconográficamente republicanos de los últimos 40 años y que los demócratas no ganan desde 1976.
¿Qué podría cambiar este panorama? En política nunca se sabe, pero me atrevo a listar dos posibilidades: el anuncio de Biden sobre quién será por fin su compañera de fórmula para la Vice-Presidencia -algo que debería ocurrir esta semana porque la Convención Nacional Demócrata está a la vuelta de la esquina- y, mucho más aún, la decisión de Trump, el día sábado 8 de agosto, de aprobar por vía decreto ejecutivo, las siguientes cuatro medidas:
- Implementar un beneficio económico extra que fue aprobado a comienzos de la pandemia y que había vencido el pasado 31 de julio, sólo que ahora en vez de ser $600 semanales extras, serán solo $400.
- Diferir el pago de los impuestos de nómina para personas que ganan menos de $100.000 al año.
- Una moratoria a los desalojos y asistencia financiera a los arrendatarios.
- Alivio para los préstamos estudiantiles.
Lucen beneficiosas en los titulares, pero cuando se las analiza en detalle se descubre, primero que sólo la cuarta es una orden ejecutiva y las tres primeras en realidad son sólo memorandos y recomendaciones (por ejemplo, la de los desalojos, sólo es una recomendación a los órganos federales para que “consideren” no desalojar a quien no pague su hipoteca, no se ha suspendido ningún pago de renta). Pero más allá de ese detalle, el verdadero problema radica en que las medidas son potencialmente ilegales o, peor aún, inconstitucionales, debido a que atentan contra una de las prerrogativas más esenciales del Poder Legislativo (especificado en el Artículo 1°, Sección 8 de la Constitución), esto es el llamado “poder de la cartera” o, lo que es lo mismo, la potestad que tiene el Congreso de decidir, mediante ley, en qué va a ser utilizado y de qué forma el dinero del Tesoro Público.
Un poco de contexto es necesario para entender por qué lo anterior puede ser el mayor generador de tensión durante las próximas semanas: al comienzo de la pandemia, el Congreso aprobó un paquete de ayudas económicas a personas naturales y empresas, pero sólo por 3 meses. Como la situación no ha hecho sino empeorar, extenderlas era la única posibilidad, pero sucede que el Congreso está dividido, con la Cámara de Representantes controlada por los demócratas y el Senado por los Republicanos. La Cámara aprobó en MAYO un proyecto de Ley por $3 billones adicionales para mantener la ayuda de $600 semanales per capita, pero los senadores republicanos querían reducirlo a sólo $400, $200 o incluso $0. Para más colmo, ambas cámaras y ambos partidos se oponen a una insistente propuesta de Trump por disminuir drásticamente o al menos diferir los impuestos de nómina. Así, pasaron las semanas sin que se pudiera llegar a un acuerdo, por lo que el Presidente Trump decidió tomar la iniciativa y decretar su propio plan.
La movida es, desde el punto de vista político-electoral, magistral, dada la popularidad de las ayudas en estos tiempos de extrema necesidad y a que la gente no se detiene a leer la letra pequeña, pero las consecuencias institucionales pueden ser nefastas, porque con ello, Trump sienta el precedente de que cada vez que al Ejecutivo lo crea conveniente, puede obviar la Ley y la Constitución y decretar una ayuda para el pueblo necesitado… Algo en lo que los latinoamericanos tenemos amplia experiencia.
Los demócratas se encuentran ahora potencialmente entre la espada y la pared: llevar las órdenes ejecutivas -que ya vimos que no son tales- a juicio para que la corte las anule, arriesgándose a quedar como los malos de la película, o dejar pasar la medida pero ser cómplices de la reconversión del Presidente en un monarca que gobierna por decreto. Los republicanos, por cierto, se hallan frente a la misma dualidad, sobre todo si, como parece probable, una presidencia demócrata será cosa segura a partir de 2021, de hecho, sus reacciones ya han ocupado los titulares. Así, todo parece indicar que el próximo capítulo de Perípatos estará dedicado a la división de poderes y el proceso legislativo.
Pero por más atractivo que sea el debate, son eventos en pleno desarrollo y no creo pertinente seguir especulando, por lo que pospondré esa discusión para dedicarme ahora a uno de los temas que quedó pendiente en el capítulo anterior y que es de vital importancia para la estabilidad política de los EEUU.
Tema de la semana: el sufragio postal
Echamos para atrás un poco, hasta el jueves 30 de julio, día en que el presidente Trump tuiteó lo siguiente:
“With
Universal Mail-In Voting (not Absentee Voting, which is good), 2020 will be the
most INACCURATE & FRAUDULENT Election in history. It will be a great
embarrassment to the USA. Delay the Election until people can properly,
securely and safely vote???”
(Con votación universal por correo (que no sufragio ausente, que es bueno), 2020 será la más INEXACTA Y FRAUDELENTA Elección en la historia. Será una gran vergüenza para los EEUU ¿Retrasen la Elección hasta que la gente pueda votar con propiedad, seguridad y sanidad?)
No es la primera vez que el
Presidente afirma que votar por correo sería un desastre. El pasado 7 de abril,
durante una de las ruedas de prensa diarias para hablar sobre las medidas contra
la pandemia, un periodista le preguntó cómo harían de extenderse la situación
hasta las elecciones y Trump dijo
Now, mail ballots — they cheat. Okay?
People cheat. Mail ballots are a
very dangerous thing for this country, because they’re cheaters. They go and collect them. They’re fraudulent in many cases. You got to vote. And they should have voter ID, by the
way. If you want to really do it right,
you have voter ID. …
These mailed ballots come in. The mailed ballots are corrupt, in my
opinion. And they collect them, and they
get people to go in and sign them. And
then they — they’re forgeries in many cases.
It’s a horrible thing.
(Ahora,
boletas por correo – hacen trampa ¿ok? La gente hace trampa- Boletas por correo
son una cosa muy peligrosa en este país, porque son tramposos. Van y las
recogen. Son fraudulentas en muchos casos. Tienes que votar. Y deben tener
identificación para votar, por cierto. Si de verdad quieres hacerlo bien,
tienes que tener identificación para votar…
Estas
boletas por correo vienen. Las boletas por correo están corrompidas en mi
opinión. Y las recogen y hacen que la gente vaya y las firme. Y entonces ellos
– están forjadas en muchos casos. Es una cosa horrible)
En esta segunda cita, que es la más antigua, de abril, Trump no habla de posponer las elecciones, pero sí habla pestes del sufragio postal o voto por correo. De hecho, lleva todo el año entregado a deslegitimar el sufragio postal, pero ¿de qué se trata todo esto y a qué viene? y ¿cómo es eso de votar por correo?
El tema postal lo analizaré al final de este capítulo, pero primero veamos si el presidente puede o no posponer las elecciones federales. La respuesta corta es NO. El llamado Election Day, del que hablé en el capítulo pasado y que está fijado por una Ley de 1845 en “el primer martes después del primer lunes de noviembre” es, como la palabra “ley” revela, un evento determinado por un acto legislativo, es decir, por una decisión del Congreso. Esto de acuerdo a la Constitución (artículo 1°, sección 4 y artículo 2°, sección 1, cláusula 3), la cual no fija cuándo ni cómo debe ser la elección, sino sólo que debe realizarse cada dos años, dejándole los detalles, mediante un fraseado bastante amplio, a los Estados, pero permitiéndole también al Congreso establecerlo por Ley, que es lo que hizo hace 175 años.
Por tanto, la potestad de fijar la elección reside exclusivamente en el Congreso, en su calidad de poder legislativo federal. El presidente no puede modificar a su antojo o conveniencia la fecha de la elección, por el simple hecho de que es una ley, y las leyes las hace el Congreso, limitándose el presidente a darles el ejecútese.
Por supuesto, las reacciones negativas no se hicieron esperar, empezando por la de varios e importantes legisladores republicanos, como el furibundo trumpista Lindsey Graham (R-SC) o Mitch McConnell (R-KY), jefe de la mayoría en el Senado y el representante Kevin McCarthy (R-CA), jefe de la minoría republicana en la Cámara. Ambos legisladores dejaron muy en claro que nunca en la historia de la república se ha dejado de tener una elección bianual, ni siquiera durante la Guerra Civil, las dos guerras mundiales, la Gran Depresión o -añado yo- cuando la Gripe Española de 1918-1920.
Yéndonos a la sociedad civil, entre las más enconadas reacciones tenemos la de Steven Calabresi, fundador de la Federalist Society, un prestigioso think tank conservador y libertario. Para Calabresi, quien desde 1980 nunca ha votado por ningún candidato que no sea republicano y quien criticó ferozmente el impeachment de Trump, acusando a los demócratas de histéricos, ese solo tweet sugiriendo la posposición de las elecciones es motivo suficiente para volverle a realizar un impeachment y esta vez sí destituirlo. Otro de los que opinó fue Chris Stirewalt, el editor de la sección de política de Fox News, quien abiertamente dijo creer que Trump está buscando deslegitimar la elección.
Esta teoría, por cierto, no convence a Andrew Tanenbaum ni a Christopher Bates, que son los autores de Electoral-Vote.com, para quienes Trump lo que está es alarmado por las encuestas y simplemente tuiteó lo primero que se le ocurrió o lo hizo para distraer a la opinión pública de las malas noticias publicadas esa misma semana sobre la caída en el PIB o el fin de las ayudas gubernamentales a los desempleados ¡O ambas cosas a la vez!
Voy a aportar aquí mi propio análisis: a pesar de lo que digan en Electoral-Vote, página que leo desde 2004 y en donde he aprendido mucho, yo sí hallo verosimilitud en la hipótesis de Stirewalt sobre que Trump busca crear un clima de desconfianza hacia el resultado de las elecciones, pero sólo si le son desfavorables, por supuesto. Y lo creo porque ya lo hizo en el ciclo 2015-’16, cuando no paró de decir que las primarias republicanas, primero y luego la elección general estaban amañadas para evitar su triunfo.
Ahora bien, pese a que el Presidente NO puede posponer las elecciones y aunque el Congreso aceptara hacerlo, eso no evitaría el hecho de que, por la vigésima enmienda, en vigor desde el 23 de enero 1933, el período de Trump y de Pence termina el 20 de enero de 2021 a las 12:00 m., haya habido elección o no. Yo me temo que lo que Trump quiere es sembrar la idea de que, si pierde, fue porque le hicieron trampa y, por tanto, el próximo presidente no sería legítimo, justificándose así la desobediencia y hasta la rebelión.
La idea no es descabellada, de hecho, ya ha comenzado a calar, según demuestra una encuesta de Reuters/Ipsos publicada el 31 de julio, el mismo día del tweet de Trump, según la cual, cerca de la mitad de los votantes creen que el uso incremental del voto postal producirá fraudes masivos, incluyendo 8/10 de los republicanos pero sólo 3/10 de los demócratas. Según esa misma encuesta, ya 74% de los votantes registrados temen que actores políticos organicen fraudes masivos, incluyendo 7/10 demócratas y 8/10 republicanos. Y 73% de los votantes registrados temen la supresión del voto, incluyendo 8/10 demócratas y 6/10 republicanos.
Lo cual me lleva al otro punto de las declaraciones de Trump…
El sufragio postal en los EE.UU.
Para quienes nos socializamos políticamente en Latinoamérica, la sola idea parece disparata cuando la escuchamos por primera vez, pero lo cierto es que, en los EEUU, la práctica tiene más de un siglo y medio de existencia, ya que los primeros en votar por correo fueron los soldados en el frente durante la Guerra Civil de 1861-1865. Luego se la siguió implementando durante los muchos conflictos del siglo XX, extendiéndola a los ciudadanos con derecho a voto que residen en el extranjero, así no hayan nacido ni vivido nunca en el país (algo que también implementan las democracias europeas, por cierto, como también Filipinas y México, por mencionar dos excolonias españolas).
En 2016, la elección que Trump ganó, alrededor de 20% de los votos válidos emitidos lo fueron por correo, ya que hoy en día el voto postal, con diferencias en su implementación, es una opción en 33 estados + el D.C. y en otros está permitido si se presenta una excusa válida, todo como complemento al voto temprano, que son mecanismos para que puedan votar las personas que no podrán hacerlo en Election Day. Más aún, en cinco estados, Colorado, Hawái, Oregon, Utah y Washington, es la única forma de votar. En Utah desde 2014, en Colorado desde 2013, en Oregon desde 1998 y en Washington, como la única forma, desde 2011, pero ya era la forma de votar a nivel local desde 1987 y para comicios estadales desde 1993.
En pocas palabras, votar por correo es bastante normal y común, tanto, que en las elecciones legislativas de 2018, Trump y el Vice-Presidente Mike Pence votaron por correo, así como muchos otros miembros del gabinete.
Estudios realizados desde los años ‘90s han demostrado que el sufragio postal incrementa significativamente la participación, al tiempo que disminuye los costos de los comicios, aunque esto sólo cuando es la única forma disponible para votar (si coexiste con otros mecanismos, encarece el proceso). Ahora bien ¿es un proceso más susceptible al fraude como sugiere Trump?
Lo primero a responder es que el fraude electoral, postal o en persona, es bastante raro en los EEUU, tan poco común que casi podemos clasificarlo de inexistente. Según estudios, es menor al 0,01%, la mayoría de ellos errores involuntarios antes que fraude intencional, un concepto que exige la voluntad expresa de violar la ley. Según la base de datos del proyecto News21, entre el 2000 y el 2012, sólo se pudieron identificar 491 casos de fraudes con boletas postales, de entre millones de votos enviados por correo. 491.
El problema que sí puede afectar la elección es el del severo déficit de personal electoral, ya que tradicionalmente estos son voluntarios con mucho sentido cívico pero de muy avanzada edad (por ejemplo, en las mid-term de 2018, el 58% pasaba los 61 años) y ante una pandemia que a quienes más afecta es a los de la tercera edad y las minorías raciales, muchos han optado por renunciar o no ofrecerse. Nada más en Maryland están necesitando 39.870 funcionarios y, para la primera semana de agosto, aún les faltan por cubrir 13.021 puestos, o 32% del total. Si la proporción se mantiene a escala nacional, estaríamos hablando de que serían 2,2 millones de personas necesarias y aún faltan 700.000. Para superar el problema, las diferentes asociaciones de administradores electorales están probando diferentes estrategias, como contar con el apoyo de los colegios de abogados, los comercios, las instituciones públicas y los profesores de ciencia política, para que motiven a sus asociados, empleados y alumnos, respectivamente, a que sean voluntarios a cambio de créditos u otros estímulos.
Otro problema, menos azaroso y más intencional, es el de que Trump ha creado las condiciones para disminuir el impacto de los votos enviados por correo, mediante el nombramiento de Louis DeJoy como Postmaster General, es decir, jefe del sistema postal. DeJoy, un gran donante a su campaña, ha disminuido la paga de los empleados postales al eliminar las primas por horas extras, con lo cual el correo se ha ralentizado mucho, y dado que varios estados no permiten contar los votos postales que hayan llegado después del Election Day, podría esperarse que muchos votos queden sin contabilizar. Los estados pueden prepararse para la contingencia con buzones itinerantes, pero eso requiere mucha supervisión y educación y el tiempo apremia.
Lo irónico de todo esto es que Trump no se da cuenta que posiblemente sea el voto por correo la solución para sus votantes base, quienes en su vasta mayoría son senior citizens, es decir, tercera edad, para quienes salir a votar significa el más alto riesgo y hacerlo desde la comodidad de su casa sería salvador.
Pero quizá las mejores pruebas sobre la virtual inexistencia del fraude electoral en el sistema americano sean el siguiente par de anécdotas: quien en 2008 era secretario de Estado de Kansas y es hoy candidato a senador, Kris Kobach, había promocionado una ley que obligaba a todo votante a tener que mostrar una partida de nacimiento o pasaporte para poder votar, alegando que miles de inmigrantes indocumentados podrían presentarse para votar sin estar habilitados. Fue demandado por la American Civil Liberties Union y cuando la juez Julie Robinson, nominada por Bush, por cierto, le conminó a presentar las pruebas de sus alegatos, Kobach sólo pudo mostrar que, en un período de 20 años, nada más 40 no-ciudadanos habían intentado votar en UNO de los condados más grandes del estado, muchos de ellos alegando error o confusión y sólo 5 de esos 40 llegaron a votar. La corte declaró nula la ley, alegando que era un remedio peor que la enfermedad [sic].
La otra anécdota implica al mismo Trump, quien alegó que había perdido el voto popular porque “millones de indocumentados había votado por Clinton” (de hecho, algunos conocedores dicen que quien le sugirió la idea fue el mismo Kris Kobach) por lo que Trump nombró una Comisión Asesora Presidencial para la Integridad del Voto, la cual terminó disolviendo él mismo en 2018, cuando ésta no pudo encontrar ni mostrar ninguna prueba fehaciente de fraude electoral masivo.
Aun así, al día de hoy, en 34 de los 50 estados americanos exigen alguna forma de identificación estadal oficial para poder votar, algo nuevo en un país que ya era famoso, no sólo por no tener instituida ninguna forma de cédula de identidad, sino por negarse tajantemente a ello, sin que por eso su sistema burocrático dejara de funcionar con eficiencia.
Pero voto postal o no, con cédula o sin ella, el domingo 2 de agosto, Mark Meadows, “chief of staff” de la casa blanca, es decir, el “jefe del gabinete”, la persona que lleva la agenda del Presidente, dijo en Face the Nation: “Tendremos una elección el 3 de noviembre y el presidente las ganará”.
Cierre y despedida.
Esto ha sido todo por hoy, este episodio quedó largo, dos páginas más largo que el anterior, para ser exactos, sin embargo, no quiero cerrarlo sin hacer antes un breve inciso, casi como una nota al pie, sobre el inminente anuncio por parte de Joe Biden de su compañera de fórmula para la Vice-Presidencia, tema vital dada la avanzada edad del candidato. De hecho, no me extrañaría que para el momento en que yo esté publicando este capítulo, ya haya hecho el anuncio, por lo que quisiera adelantarme un poco listando el pool de finalistas de acuerdo a todos los periodistas especializados, y una vez sepamos quién es, dedicarle entonces un capítulo.
Cris Cillizza, de CNN, en un artículo de este domingo, redujo la lista a sólo cinco nombres, que en orden de menor a mayor probabilidad, son: la rep. Karen Bass (D-CA), la senadora Tammy Duckworth (D-IL), la gobernadora Gretchen Whitmer (D-MI), la embajadora Susan Rice y la Senadora Kamala Harris (D-CA), con Rice y Harris como las más probables. Otros medios, como el portal Axios, aseguran que la opción se reduce a una de estas dos últimas, Rice y Harris.
Si me permiten el flechazo, creo que Biden se decantará por Rice y a Harris le tocará el “premio de consolación” de ser la Fiscal General (cargo que a la larga es mucho mejor). En caso contrario, de escoger a Harris, muchos creen probable que Rice sea entonces la Secretaria de Estado, es decir, que es ya casi un hecho que estas dos mujeres tendrían alta presencia e influencia en una eventual administración Biden. Pero dejémoslo ahí, ya que todo esto es especulación y sólo cabrán análisis una vez haya sido escogida la candidata.
Hasta aquí nos trajo el río esta semana. Espero que el capítulo les haya resultado esclarecedor y si no, pues no duden en contactarme con sus preguntas, comentarios o sugerencias. Me despido recordándoles que Perípatos está abierto a todo el mundo, pero su contribución a través de Anchor, Patreon o PayPal es importante para mantenerlo en pie y mejorarlo. Muchas gracias a las personas que ya tomaron la iniciativa, gracias por su confianza, fe y apoyo.
¡Hasta la próxima!
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