Este capítulo salió publicado el lunes 24 de agosto de 2020 por mi podcast Perípatos (que también pueden escuchar por Spotify) y en él continúo la cobertura sobre las elecciones presidenciales americanas, al tiempo que me valdré de ello para ir explicando poco a poco la historia, las características y las instituciones del sistema político de los Estados Unidos.
En el capítulo de hoy, continúo con mi cobertura de las elecciones presidenciales americanas y la explicación de su sistema político, pero antes de empezar, me veo en la obligación de recordar algo que dije en el primer episodio de esta miniserie pero que nunca está demás repetir: mis análisis y conclusiones buscan transmitir datos objetivos, con total independencia de mis preferencias personales.
Sin más preámbulos ¡los números!
1.- Revisando los números
Como ya es tradición en esta serie, inicio el capítulo con el repaso de las encuestas utilizando como guía el mapa de Electoral-Vote.com para la noche del domingo 23 de agosto y cuya metodología ya expliqué en el segundo capítulo de la actual temporada, publicado el pasado 3 de agosto.
De acuerdo con su modelo, para este momento Joe Biden sigue arriba en el conteo de Votos Electorales, pero su ventaja sobre Donald Trump se ha reducido de 373 electores la semana pasada, a 335, ya que ahora Trump aparece como probable ganador del sureño Estado de Texas, que aporta 38 electores, aunque al mismo tiempo, en el Estado de Ohio, que hace una semana aparecía como escasamente a favor de Trump, ahora están empatados ambos con un promedio de 47% cada uno.
El cambio en Texas, aunque dramático, porque de estar “escasamente” a favor de Biden ahora pasa a estar “probablemente” en el bando de Trump, con una diferencia de 7 pts. porcentuales, 48% a 41%, va más en línea con lo esperado, ya que este ha sido un estado sólidamente republicano de forma ininterrumpida desde 1980. En mi opinión profesional, es más significativa su caída en las intenciones de votos de Ohio, ya que es un estado que en 2016 ganó con ventaja de 8%, 52 a 44.
Ustedes probablemente me dirán “¿Pero por qué es más significativa la caída en Ohio que su recuperación en Texas, si aquel aporta sólo 18 electores, es decir, 20 menos que los de éste?”. Pues bien, la respuesta radica en que Ohio se halla en el corazón del llamado Rust Belt, el “cinturón del óxido” o “cinturón oxidado”, que es el nombre informal con que, desde los años ‘80s, se le conoce a una gran porción del Midwest americano que va, más o menos, desde la ciudad de Buffalo, en el extremo oeste del estado de New York, y hasta las vertientes orientales del eje Minnesota-Iowa, en las planicies allende los grandes lagos; otrora centro industrial de los EEUU y que durante todo el siglo XX fue el más grande, rico e importante conglomerado fabril del planeta, equivalente, aunque más grande, a lo que fue el eje Liverpool-Manchester de la Gran Bretaña durante el s. XIX y lo que quizá sea ahora toda la región alrededor de la desembocadura del Río de las Perlas, en la meridional provincia china de Cantón, con Hong Kong como su principal centro (aunque, según expertos, el poderío industrial chino lleva rato desplazándose al norte, hacia la desembocadura del río Yangtsé).
¡En fin! Resulta que el votante típico de Ohio es prácticamente el mismo del de Pennsylvania, Michigan y Wisconsin, estados que fueron claves en el cerrado (cerradísimo) triunfo de Trump hace 4 años y que ahora lucen probablemente a favor de Biden.
Y pese a que, por otro lado, la amplia ventaja que a inicios de mes tenía Biden en Minnesota se ha reducido a sólo 2 pts., todas estas tendencias parciales podrían apuntar a una lenta pero sostenida reconstrucción del Blue-Wall del que hablé en el primer capítulo, el famoso “muro azul” que los demócratas habían ganado en absolutamente todas las elecciones presidenciales desde 1992, hasta que se resquebrajó en 2016, produciendo la derrota de Hillary Clinton. Sin embargo, eso sólo lo postulo como una hipótesis por comprobar, porque admito que es muy temprano para estar seguros y muchas encuestas están resultando muy volátiles, con variaciones muy grandes aun cuando se las promedia.
2.- El modelo probabilístico de Silver & Co.
Lo anterior me sirve para traer a colación otro análisis importante: la predicción electoral 2020 de FiveThirtyEigh.com editada por Nate Silver y su equipo de matemáticos y estadísticos, publicada originalmente el 3 de agosto -casualmente el mismo día que inicié esta serie- aunque la actualizan todos los días (si no se me entendió, el nombre de la página es “538 en letras” dicho en inglés). Según Silver & Co., las probabilidades de que la elección las gane Biden son de 72,5%.
Hablar de probabilidades quiere decir que, si ocurriera 100 veces la misma elección en iguales circunstancias, Biden ganaría 73 veces y Trump 27. En este modelo, realizado con 40 mil repeticiones, hubo resultados tan dispares como uno en el que Trump gana en todos los estados menos 6 + el D.C., totalizando 394 electores contra 144 de Biden, y en el otro extremo, Biden gana 509 electores contra sólo 29 para Trump.
Otro dato interesante en el que coinciden FiveThirtyEigh y la data recavada por Electoral-Vote es en sus promedios de encuestas nacionales para la noche de ayer domingo 23 de agosto. En la de FiveThirtyEigh, Trump tiene a nivel nacional una intención de voto a 42,2% y Biden 51,4%. Revisando este tracking hasta lo más atrás que se puede, el 27 de febrero de 2020, antes de la declaración mundial de la pandemia, Biden siempre estuvo por encima de Trump en las preferencias de los votantes, nunca por menos de 3,4%.
De todas maneras, en un artículo paralelo a su predicción, Nate Silver advierte que su promedio de encuestas, aplicado a todas las elecciones anteriores hasta la de 1976, habría arrojado los siguientes resultados:
·
En 2016: Ventaja de Clinton por 6,6% (ganó el
voto popular por 2,1).
·
En 2004: Ventaja de Kerry por 2,4%.
·
En 2000: Ventaja de Bush por 10% (perdió el voto
popular por 0,5).
·
En 1988: Ventaja de Dukakis por 5,6%.
Para los otros comicios, el
promedio a 90 días acertó el resultado aunque fallando por mucho los márgenes
finales, lo que revela que, definitivamente, es todavía muy temprano para
determinar quién será el ganador. Por supuesto, yo seguiré revisando y reportando
las encuestas semana a semana, pero no será sino hasta la última quincena de
octubre, cuando ya hayan tenido lugar todos los debates televisivos, que podría
comprometerme con una tendencia, siempre y cuando el margen esté por encima del
error muestral (+/-3%).
3.- DeJoy se detiene.
Antes de pasar por fin al tema de la semana, quería hacer mención rápida a dos noticias que hicieron barullo en los días transcurrios desde el último capítulo: la primera es que Louis DeJoy, Postmaster General del Servicio Postal y centro de la polémica por una serie de órdenes ejecutivas aparentemente destinadas a reducir la capacidad del servicio que dirige, incluyendo en ello la capacidad de entregar a tiempo todos los votos postales que se esperan para este año, decidió detener su plan de reformas hasta después de la elección. Justo dos días antes, la Cámara de Representantes lo había citado para comparecer frente al Comité al que corresponde su supervisión.
Dicha cámara aprobó el sábado un proyecto de ley que otorga $25 mil millones en fondos para el USPS -el servicio postal- y revierte todas las decisiones tomadas por DeJoy desde su nombramiento en junio pasado, como la supresión del pago de primas por horas extras, la eliminación masiva de buzones en las grandes ciudades y el despido o reasignación de los principales directivos del servicio, quienes aportaban años de experiencia y know-how, algo importantísimo dado el gran estrés que está por padecer todo el sistema postal en esta elección en tiempos de pandemia.
Sin embargo, es harto probable que el proyecto no pase de ahí, ya que veo difícil que los demócratas del Senado consiga los votos necesarios para su aprobación en una cámara controlado por los republicanos. Y aunque los consiguieran, recordemos que el jueves de la semana antes-pasada, durante una entrevista de Fox News, Trump dijo que no pensaba darle dinero al USPS porque el sufragio por correo “favorece a los demócratas” [sic], es decir, que no le dará el Ejecútese a ninguna Ley que le manden.
El Congreso puede superar los vetos presidenciales, pero esos procesos legislativos y ejecutivos ordinarios serán tema para otro capítulo de Perípatos.
4.- Bannon cae.
La otra noticia política de la semana es una que sinceramente consideré ni nombrar, pero que al final decidí incluir porque me servirá para elaborar otras ideas sobre el presente ciclo electoral, así como el tema principal del capítulo.
Es la siguiente: el jueves pasado, el Departamento de Justicia, a través de su División para el Distrito Sur de New York, acusó formalmente -con órdenes de arresto incluidas- a 4 personas de haber estafado al público a través de una campaña de recaudación que buscaba construir, en terrenos privados, segmentos del famoso muro que fue centro de la promesa electoral de Trump en 2016 y a la cual el Congreso le negó los fondos. Y cuando digo “el Congreso” me refiero a las dos cámaras en pleno, que por entonces estaban controladas ambas por el mismo partido ¡el de Trump!
Entre esas cuatro personas se encuentra Steve Bannon, editor del portal de noticias de extrema derecha o “derecha alternativa” (“alt-righ”), Breitbart News, que durante la recta final de la campaña en 2016, fue de los principales asesores de Trump y quien luego tendría brevemente un cargo en la Casa Blanca, hasta que Trump lo despidió de forma intempestiva a los pocos meses de asumir.
En total, Bannon es el sexto asesor senior de Trump en enfrentar cargos criminales, después de quien fuere el jefe de la campaña, Paul Manafort, el operador político Roger Stone -veterano de la era Nixon-, el exabogado personal de Trump, Michael Cohen, su subgerente de campaña, Rick Gates y su primer Asesor Nacional de Seguridad, el general Michael Flynn.
En resumen, las acusaciones contra Bannon y los otros tres acusados especifican que estos utilizaron el dinero recaudado para enriquecerse en vez de para construir el muro, es decir, que estafaron a los donantes. Y si bien esto no implica directamente a Trump, ya que fue una iniciativa privada de ciudadanos particulares, habla muy mal de todo el entorno que ha rodeado al Presidente desde el principio, lo cual podría herir las susceptibilidades de los ciudadanos con mayor grado de conciencia cívica…
…o esos temen algunos analistas e incluso algunos políticos republicanos. Yo por mi parte, no creo que esto afecte en mucho -o cuidado si nada- la reputación de Trump ni la intención de voto de su base. Al contrario, podría galvanizarla más, porque si bien no hay precedentes en la historia de los EEUU para este grado de escándalos -lo más cercano fue la presidencia de Harding, de 1921 a 1923- lo cierto es que muchos de los votantes de Trump creen a pies juntillas que existe una gran conspiración de algo que han dado en llamar el Deep State, el “Estado profundo”, que vendría siendo una cábala de burócratas de carrera con intereses oscuros y agenda oculta, para quienes Trump es un outsider que obstaculiza sus planes de… Vayan ustedes a saber qué, imagino que dominación global o algo por el estilo, lo usual.
Pero esto es tema para ampliar en otro capítulos, por lo que ahora, sin más preámbulos…
El tema de la semana: los partidos y sus
convenciones
5.- Introducción.
Había pensado hacer un análisis a
profundidad para cada uno de los cuatros días que duró la Convención Nacional
Demócrata, pero me pareció más adecuado esperar a que tenga lugar la contra
parte republicana, que empieza hoy, lunes 24 de agosto, y por tanto, en este
capítulo realizar solamente una sucinta introducción sobre los partidos
políticos americanos, destacando su historia, estructura, marco ideológico y
métodos de escogencia.
Como todo el mundo sabe, en los
EEUU hay dos grandes partidos políticos, llamados Demócrata y Republicano, sin
embargo, no son los únicos partidos que existen o que han existido. En la
actualidad, los otros partidos con alguna relevancia digna de mención, son el
Libertario y el Verde, pero han existido otros llamados Reformista (1996), Independiente
Americano (1968), Democrático por los Derechos de los Estados (1948),
Progresista (1924), Socialista (1924), Progresista (1912) y Populista (1896),
por nombrar nada más los que participaron en elecciones presidenciales
específicas y obtuvieron porcentajes considerables, ya sea de voto popular y electoral
o sólo popular.
6.- Los dos grandes.
El Partido Republicano fue
fundado a mediados del s. XIX y se le suele llamar G.O.P., que significa Grand
Old Party. También se lo identifica con el color rojo y un elefante, pero
ninguno de estos símbolos son oficiales ni figuran en los estatutos. Lo de Grand Old Party y el paquidermo son,
respectivamente, un sobrenombre y una caricatura con lo que usualmente se referían,
en el último ¼ de aquel siglo, a las organizaciones grandes y avasalladoras. El
color rojo fue algo que se generalizó apenas en las elecciones del 2000,
contraviniendo la tradición europea de identificar a los partidos conservadores
(como el británico) con el color azul para contraponerlo al rojo que, desde la
revolución francesa, suele identificar a los partidos de izquierda
revolucionaria.
El Partido Demócrata, cuya
mascota no oficial es un burro y su color, también no oficial, es el azul, es
mucho más viejo, aunque usualmente se le asignan dos fechas de fundación. La
primera es vincularlo al partido que fundara Thomas Jefferson -el mismo de la
Declaración de la Independencia- en 1796 y que llamó Republicano, pero que no
tiene nada que ver con el partido que ahora se llama así. Al de Jefferson, los
historiadores suelen llamarlo Republicano-Democrático debido a que sus
oponentes de entonces solían usar la palabra “Demócrata” con intenciones descalificativas
en una época en que la palabra “Democracia” estaba asociada a gobiernos tumultuarios
e iletrados.
Sin embargo, la fecha más
apropiada para designar como la de su fundación, es 1824, cuando el Partido
Republicano (Democrático) se dividió en 3 facciones, de las cuales ninguna
resultó ganadora en una elección en la que, irónicamente, no competían contra
ningún otro partido. La facción más numerosa era la que se nucleó a la
candidatura de Andrew Jackson -la persona que adorna la cara frontal de los
billetes de $20- frente a la de John Quincy Adams, hijo del famoso
revolucionario cofundador del país y segundo Presidente, luego de Washington y
antes de Jefferson. Como Jackson era un hombre de origen humilde, sin mayor
formación y hecho “por su cuenta”, autodidacta y emprendedor, fue el favorito
de las masas de granjeros y pequeños comerciantes, lo cual lo confirió un aura
de “hombre del pueblo” o, como dirían en Atenas, “un demócrata”, hence the name of his party-faction (de
ahí el nombre).
7.- La escogencia de
los candidatos
7.1.- Los caucus:
Para esta época, es decir, la
última década del siglo XVIII y todo el primer tercio del XIX, los partidos
tenían una organización muy laxa y descentralizada en comparación con los
actuales -donde, hay que decirlo, siguen siendo muy laxos y descentralizados
para los estándares mundiales-, pero en lo único que eran más o menos cerrados
y centralizados, era en la manera en que escogían a su candidato presidencial,
a través de una institución llamada caucus,
palabra de origen incierto, pese a que algunos creen que tiene por raíz uno o
varios términos indígenas, mientras que otros alegan que desciende del latín, pero
que con independencia de lo que haya querido decir en el comienzo, ya para la
Revolución se la usaba para referirse a pequeñas reuniones privadas de
operadores políticos que trataban de convenir un resultado o un acuerdo
conveniente a todas las partes. Hoy en día se la sigue utilizando para lo que
en castellano llamamos “fracción parlamentaria”, es decir, los bloques
partidistas o ideológicos en las legislaturas. Por ejemplo, uno puede oír o
leer decir que Bernie Sanders no es Demócrata (es Independiente), pero “hace
caucus” con los demócratas del Senado.
7.2.- Las convenciones:
En 1831, un pintoresco partido llamado
“Antimasónico”, al no tener curules en el Congreso por ser un partido nuevo, lo
que les impedía convocar un caucus, pero quizá también por el hecho de que al estar
en guerra monotemática con la masonería, evidenciaban cierta ideología
difusamente anti-elitista, decidió escoger a su próximo candidato presidencial
a través de una Convención Nacional integrada por delegados de todos los 24
estados existentes entonces. La idea gustó en todas partes y, para el año
siguiente, los demás partidos la copiaron, estableciéndose desde ahí la
costumbre, eventualmente formalizada en los estatus, de que la máxima autoridad
del partido era la Convención Nacional, a reunirse cada cuatro años.
Así, los “cuartos llenos de humo”
en Washington, donde una docena de líderes escogían al candidato luego de haber
medido el parecer de sus subalternos y asociados a través de correspondencias
mantenidas por años, fueron sustituidas por “grandes galleras” de centenares y
eventualmente millares de delegados -que hasta entonces no se conocían y
probablemente no se volverían a ver- votando en subsecuentes rondas para
escoger un candidato definitivo, pero sólo después de muchos discursos en los
que los mejores oradores por cada delegación propusieran públicamente las
ventajas del candidato X o Y.
Como era de esperarse, este
método muchas veces resultó en que no era posible escoger un candidato en la
primera ronda de votaciones, ni en la segunda, ni en la tercera, ni en la
cuarta, llegando en algunos casos, como la Convención Nacional Republicana de
1880, a 35 rondas, en la Demócrata de 1920, a 44 rondas, y en la también
demócrata de 1924, que hasta hoy tiene el récord, a 103.
7.3.- Las maquinarias y sus jefes:
Una vez escogidos los candidatos,
los partidos requerían el trabajo organizado de personas, asalariadas o
voluntarias, desde para repartir volantes y hasta asegurar que la gente vaya a
votar. Debido a su eficiencia y precisión, estos grupos recibieron el nombre de
machinery, “las maquinarias”, un
término que, por cierto, desde los EEUU se extendió a otros países, incluyendo
Venezuela, donde todavía se la utiliza. Por ejemplo, en mis años de estudiante
en la UCV, sobre todo en la etapa de Estudios Políticos, las maquinarias eran
las que pegaban las pancartas, organizaban los meetings y en el día de la elección, hacían la cola por uno o hasta
te iban a buscar a la casa y te llevaban luego de regreso si creían que con eso
garantizaban tu voto para su plancha (algo que no siempre pasaba, por cierto,
jaja) ¡Y todo por un simple centro de estudiantes!
En EEEU, como en todos lados, estas
maquinarias, sobre todo en las grandes ciudades, poco a poco empezaron a ser
controladas por jefes seccionales, quienes las dominaban con tal mano de hierro,
que uno podía esperar que tal o cual ciudad la terminaran ganando el candidato
del jefe. La más famosa de estas fue la de la ciudad de New York, que tenía su
cede en un edificio de Manhattan llamado Tammany Hall y por el cual el nombre
pasó también a designar al partido demócrata neoyorkino. Si quieren saber cómo
operaba, les recomiendo encarecidamente la película de Martin Scorsese Gangs of New York, de 2006, donde el
personaje de William “Boss” Tweet (“El Jefe” Tweet), aparece representado en
todo su esplendor.
7.4.- Las primarias:
Para combatir la influencia de
los jefes, a principios del siglo XX, en varios estados se aprobaron leyes para
obligar a los partidos a escoger sus delegados por elecciones abiertas y
competitivas, que recibieron el nombre de “elecciones primarias”. Empezando por
Florida en 1901, ya para 1912 eran 12 los estados que las implementaban, año
crucial éste, por cierto, ya que por desconocer su resultado, el GOP se dividió
en dos partidos. Y si bien en 1920 ya eran 20 los estados, varios recularon y
en 1968 habían vuelto bajar a a12 los
estados que escogían a los delegados por este método, digamos popular... Hasta
la desastrosa Convención Demócrata de ese año 1968 en Chicago, en la que la
policía local hizo restablecer el orden a punta de peinillazos y gas
lacrimógeno.
Buscando evitar un nuevo bochorno,
el Partido encargó a una comisión la búsqueda de nuevos métodos para la
resolución de conflictos internos. Esta instancia propuso una serie de reformas
entre las que una de las principales era el que todos los delegados fueran
escogidos por primarias. Como para entonces la Casa Blanca la ocupaba Richard
Nixon, no fue sino hasta 1976 que los republicanos copiaron el método, y desde
entonces hasta ha sido la única forma de escoger candidatos presidenciales, lo
que ha hecho que las convenciones transcurran ahora sin mayores sobresaltos y,
coincidiendo con el auge de la televisión, sean más unos shows mediáticos antes
que unas asambleas deliberativas. De hecho, la de 1972 para los demócratas y la
de 1976 para los republicanos, fueron las últimas convenciones en las que, para
el día en que debían dar inicio, no había aún un claro ganador, lo que implicó que
se tuviera que negociar y convocar rondas de votaciones ¡Y eso pese a que hubo
primarias!
Sin embargo, ya para 1980 las
rondas de votaciones se habían convertido en meros formalismos, que en ocasiones
se interrumpe cuando un delegado proponer escoger al candidato por aclamación, que
fue el caso en la Demócrata de 2008, cuando la misma Hillary Clinton tomó la
palabra mientras emitía su voto el Estado de NY, para pedir que Obama fuera
aclamado (gesto que buscaba sanar las heridas abiertas durante la contienda),
algo parecido hizo Sanders en 2016 a favor de Clinton, solo que esta vez las
heridas no sanaron mucho que digamos porque la diferencia entre ambos era más ideológica
que personal.
Este año 2020, la ronda de
votación demócrata fue llevada a cabo en estricto orden y sin saltarse a la
delegación de nadie, sin escándalos porque, evidentemente todo fue por video
con los delegados hablando desde hitos geográficos de sus estados. De todas
maneras, ya todo el mundo sabía que el ganador por mucho había sido Joe Biden.
Hoy, lunes 24 de agosto, comienza
la Convención Nacional Republicana, pero dejaré el cuento hasta aquí porque,
una vez más, el capítulo me quedó larguísimo (y eso que había prometido ser
“sucinto” ¡JA!). La semana que viene cerraré el tema de los partidos, tratando
de incorporar un análisis comparativo entre los dos eventos.
8.- Cierre y
despedida.
Como ya también parece ser
tradición, dejo para el final del capítulo una mención rápida a otros eventos noticias
que no hallé dónde comentar.
En este
oportunidad hablaré de un hallazgo que hice a través de FiveThirtyEight,
donde reseñaron un muy interesante paper
de 25 páginas (es decir, ya estamos hablando de literatura científica), acerca del
comportamiento electoral de las mujeres en los EE.UU. a partir de que lograran
garantizar su total derecho al voto con la Enmienda #19 de 1920.
El artículo, escrito por dos
mujeres, economistas ambas del Dartmouth College, en Hannover, New Hampshire, revela
que por espacio de los primeros 60 años, al contrario de lo que habían
vaticinado varias sufragistas, las mujeres votaron en muy bajo número y, más
interesante aún, haciéndolo en casi total sintonía con los hombres hasta la
elección presidencial de 1980, año en el cual las mujeres votaron por Ronald
Reagan, quien resultaría ganador, sólo en un 47%, contra un 55% de apoyo
masculino, una diferencia de 8 pts. porcentuales que desde entonces no ha hecho
más que ensancharse, llegando a rozar los 15 pts. de diferencia.
La
explicación de este gender gap
electoral parece originarse en una mayor prioridad concedida por las mujeres a
políticas como redes de seguridad social, la protección del ambiente, igualdad
de derechos y, sobre todo, una mayor dependencia -de las mujeres- a programas
de ayuda gubernamental, como MediCare y MedicAid, parece también son más
proclives a buscar y obtener trabajos en el sector público, todas estas áreas
en las que los republicanos, sobre todo a partir de 1980, adoptaron posturas
radicalmente contrariaa, incluso negándose por primera vez a incluir en su
plataforma toda mención a la igualdad de derechos.
Sin nada
más que agregar, me despido recordándoles que si tienen alguna duda, crítica o
comentario, me puedes escribir por mis redes sociales, y que también pueden ser
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¡Hasta la próxima!
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