Hoy, 3 de octubre de 2016, se cumplen cincuenta años que se conocieron mis padres. Fue, como hoy, un lunes; mi papá tenía días de haber vuelto de su maestría en California y mi mamá estaba empezando su segundo año de carrera en Sociología UCAB. Fue su profesor, ella su mejor alumna, luego preparadora, luego novia y finalmente esposa y madre de su único hijo.
Anoche, domingo 2, me quedé dormido viendo una película en el mueble de la sala; soñé que subía a mi habitación en una casa oscura cuando de repente, detrás de mí, se encendía una luz que desplegaba un rectángulo amarillo que me enmarcaba completamente. Volteé sorprendido porque creía estar solo y cuando veo, en el baño de visita quien estaba era mi papá, lavándose la cara en el lavamanos e iniciando una conversación casual conmigo sobre algún evento noticioso.
No podía creer que lo estaba viendo, hacía tiempo que no soñaba con él, por lo que corrí a hacer algo que en vida sólo hice en ocasiones solemnes, como grados o cumpleaños, y nunca con mucha efusividad: empecé a abrazarlo con muchísimo cariño y a decirle que no entendía lo que pasaba, que a veces estaba vivo y otras no, pero que iba a aprovechar porque no sabía cuándo le volvería a hablar.
Qué falta me haces, papá; te extraño como el primer día sin ti...
Aquí debería ir una foto de nosotros juntos, pero lamentablemente tengo muy pocas y "recientes", ninguna. |
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