La semana pasada fui al cine tres veces a
ver tres películas de muy distinto género cada una. Trataré aquí de condensarlas
en una misma reseña, no sólo para ganar espacio, sino para tratar también de
imitar la sensación que deja el ver tres obras tan diversas.
Afiche de lanzamiento en Israel (click) |
Lo primero a resaltar es lo primero que
atrapa de la obra de Riklis: la fotografía. Sin nada que la haga especial, la
fotografía de עץ לימון (se
pronuncia “Etz Limon”) simplemente transporta, llevándonos a un Israel
cotidiano y sencillo, caliente como el demonio pero, al mismo tiempo, de un
agreste que refresca. Y es que viendo aquellas panorámicas y planos sencillos,
me sentía visitando a una familia que no tengo y que vive en un país que no
conozco. Sólo por eso ya disfrutaba.
*CUIDADO: ADELANTE HAY SPOILERS*
La
trama, como saben quienes vieron el tráiler o leyeron otras reseñas, es sobre
una viuda palestina, a quien se le muda al lado un israelí que acaba de ser
nombrado Ministro de la Defensa, motivo por el cual el Servicio Secreto desea
podar los limoneros cuya cosecha son el único oficio y principal fuente de
ingresos de la protagonista. Y si esto puede parecer una forma trivial de aproximarnos
al conflicto palestino-israelí, yo por el contrario, sentí que era la mejor de
todas, dado que demuestra la sutileza del mismo, sutileza ésta que normalmente es
imperceptible en noticieros internacionales o reportajes que se enfocan sólo en
la lucha armada de esos dos pueblos. En esta película los vemos, por el
contrario y pese al drama central, integrados de forma diría incluso que
simbiótica: los israelíes son asiduos a la comida árabe y, si entendí bien,
incluso amenizan sus fiestas privadas contratando bandas de palestinos. Estos
últimos, aunque no pierden oportunidad de expresar su desprecio cuando la ocasión
lo amerita, se mezclan con los judíos, comercian con ellos y cierran negocios prósperos;
incluso respetan las normas que el gobierno israelí impone (puntos de control,
toques de queda, etc.). Hasta se dan el tupé, al menos de entrada, de despreciar
el simbolismo inherente en la lucha de Salma Zidane, la protagonista,
decidiendo no apoyarla política o económicamente, pretendiendo nada más que siga
con su vida.
Ahora bien, el mismo Riklis ha dicho
repetidas veces, esta película no pretendía tener como protagonista al
conflicto, sino centrarse en la vida típica de las personas que lo padecen a cada
lado del mismo. Pues bien, es precisamente aquí, lamentablemente, donde siento
que la película tiene el que quizá sea su único fallo: las vidas de las dos
familias involucradas eran lo suficientemente interesantes como para ser
historias por sí mismas y, sin embargo, el director sólo las mostró superficialmente,
poniendo a un personaje a hacer un comentario político por aquí, planteando una
trama de amor por allá… Pero nunca extendiéndose sobre ninguna de estas líneas.
Rara decisión de quien asegura que lo importante eran las personas y no la
histórica guerra que los separa.
Ojo: no es que la película sea mala por carecer
de personajes complejos y elaborados. Es exactamente todo lo contrario: el “problema”
es que los personajes se nos muestran tan profundos y con dramas tan reales,
tan enredados, que las implicaciones de los mismos nos distraen de la trama
central de la película, cuando no incluso la superan, reduciéndola a una
historia que dejó de importar y que fue resuelta de forma expedita porque al
director se le acabó el tiempo.
Con
todo, mi voto IMDb: 8/10.
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Brave tiene todo lo que destaca a
Pixar y la ha hecho tan distinta al resto desde su primer largometraje, allá
por 1995: excelente animación, ethos socialmente
relevante y un guión impecable. Y si ya todo eso ha bastado para hacer de Pixar
un estilo propio que siempre me encanta, sospecho que he comenzado a
acostumbrarme o a notar que dicha fórmula no siempre destaca… Porque algo me pasó
viendo Brave, que no logró engancharme como habían hecho, hasta ahora, todas las películas de Pixar. Y cuando digo todas me refiero a todas, incluso Up,
que para mi había sido la única con algunos severos problemas de
guión.
*CUIDADO: A PARTIR DE AQUÍ HAY SPOILERS*
Quizá se deba a que la historia de la
negativa de una princesa a casarse, pese al importante rol político que dicha
institución cumplía en la Alta Edad Media, es algo que nada tiene de nuevo y
que hemos visto tratar, desde una anacrónica perspectiva moderna, muchas veces,
desde lo frívolo hasta lo convulso. Tal vez fue más bien el hecho de ser
fundamentalmente una historia del usual conflicto madre/hija, al cual supongo
que soy menos afín por razones de sexo (aunque lo dudo) o, quizá, una combinación
de lo anterior.
Podrán decir que las historias detrás de A
Bug’s Life, Finding Nemo o Cars tampoco eran nuevas, y tienen
la total y completa razón al hacerlo; pero quizá entonces sus éxitos se debieron
a que dichas viejas historias nos las contaron con insectos, peces y carros,
dándoles un elementos de originalidad pocas veces apreciado y que todavía ahora
me logran atrapar cada vez que me las encuentro por televisión. Mientras tanto,
en Brave, haber contado una vieja fábula utilizando humanos en
situaciones tan “reales” tiene, extrañamente, demasiadas reminiscencias de
Disney (casa matriz que adueñara a Pixar en 2006) como para hacer sentir que ya
todo nos lo sabemos de principio a fin. Y no es que Disney haga malas
películas, cuente historias burdas o le queden muy realistas… Todo lo
contrario, es más bien que justamente por su éxito, ha repetido un formato que
ya no nos sorprende y creemos conocer mejor que nadie.
¿Vale la pena ver Brave? ¡Por
supuesto! Su primera carta, la animación computarizada, es a la altura de lo que
nos tiene acostumbrados Pixar, gran innovador de este género (aunque recién vi
en televisión dos películas de 2010 y 2011, hechas por estudios “rivales”, que
me parecieron mejores en este renglón: Legend of the Guardians y Rango). La segunda carta, el guión
(para mí la verdadera clave de la calidad de Pixar todos estos años) es excelente:
bien escrito, consecuente, cómico y con muy buen ritmo. Sin embargo, todo esto no
me la hizo memorable, que es lo que me enardece, sobre todo porque no termino
de estar completamente claro de la razón. Aún así, yo me conozco: seguramente
con el tiempo le agarre cariño y le suba el puntaje, porque si una película
puede crecer en la estima del público con el paso de un lustro (Citizen Kane,
Fight Club, etc.), también puede hacerlo en la de una sola persona con
el paso de los meses.
Por cierto, los que la vean en cines
mientras esté en cartelera, recomiendo evitar el 3D y escoger la versión
convencional, dado que transcurre casi toda en interiores o de noche, que se
ven aún más opacos con los lentes, sin que la tridimensionalidad, en mi percepción,
tan siquiera se notara (fenómeno que no me pasó con Tin Tin, cuyo 3D fue
glorioso, así que no se trata de que 3D y animación se combinen mal).
Recomiendo revisar Ain’t It Cool News para leer
más
y mejores reseñas
Por
ahora, mi voto IMDb: 7/10.
Afiche original de lanzamiento (click) |
Y si bien Verhoeven no cuenta entre mis
directores de culto ni sus películas entre mis favoritas, nadie puede negar que
su obra sea referencial para una generación e ícono de una época. La vara,
entonces, no estaba alta por la calidad del material original, sino por la
estima que guardaba en el corazón y memoria de muchos, entre los que por
supuesto me encontraba yo, que además fui a verla con expectativas muy bajas, no
sólo por las reseñas negativas que había ojeado (más no leído) sino porque los remakes de B-movies suelen ser peores que las originales, como demostró Clash
of the Titans (lo cual, sin embargo, es también negado por The Fly,
así que quedamos tabla).
La
ventaja que tenía esta nueva versión era que el verdadero material original lo
constituye un cuento corto titulado We can remember it for you wholesale,
del nunca-bien-ponderado novelista de ciencia ficción americano Philip K. Dick,
en el que la película de Verhoeven estaba apenas superficialmente basado, por
lo que la nueva versión podría haberse redimido siendo más fiel a la historia
original. No fue el caso: el trabajo de Len Wiseman, sin traicionar el ethos de la obra de Dick, termina
distanciándose más aún de ella de lo que lo hiciera Verhoeven hace 22 años,
convirtiéndose la actual más en una película de acción con excelentes efectos
especiales y menos en un thriller onírico
como la anterior (para una buena comparación, hagan click aquí).
De hecho, esta nueva película, que -honor a quien
honor merece- está mucho mejor actuada que la de 1990, parece a ratos ser más bien
un indetenible tributo al cine de ciencia ficción, condensando todos sus
subgéneros y rindiendo especial reconocimiento a los films basados en libros de
Philip Dick, en particular Blade Runner (versión libre de Do androids
dream with electric sheeps?) y Minority Report, las cuales ya son
referentes per se gracias a sus
propios méritos.
*ADVERTENCIA: LOS PRÓXIMOS PÁRRAFOS CONTIENEN SPOILERS*
Y aunque esto podría ser criticado como lo
peor de Total Recall 2012, es también donde aporta lo mejor, porque la
futurología de la película, su propuesta estética y su dirección de arte, es lo
que mejor sabor de boca me dejó. No así, lamentablemente, la propuesta
sociopolítica, que creo hizo mal en exagerar el elemento distópico de la
anterior, convirtiéndolo en el tema central y mezclándolo con dosis de 1984
y Children of Men; estos últimos, a mi entender, mal digeridos, resultando
en una interpretación burda por ser demasiado evidente y hasta cliché: ahora
una mitad del mundo (Australia) es explotada por la otra mitad (Gran Bretaña),
comunicándose ambas por el centro de la Tierra debido a que el resto del
planeta quedó contaminadísimo luego de una guerra bioquímica devastadora.
Insólitamente, la humanidad ha logrado
ingeniárselas para atravesar el candente núcleo del planeta, pero no cómo hacer
para limpiar el aire venenoso que pulula por doquier y que, según demuestra una
fugaz escena, se encuentra a sólo metros de distancia del limpio aire de la
Federación Unidad de Bretaña (UFB en
inglés), sin que ésta esté protegida por ninguna burbuja ni domo ni nada. Y
cuando a la UFB se le acaba el
espacio, a su canciller -dictador- se le ocurre inventar que los pobres austro-asiáticos
son los culpables de una guerra sucia que emprendió una proindependentista
guerrilla urbana y que sirve de excusa perfecta a “los malos” para atravesar el
globo (siempre por el centro) con un ejército robótico, matar a todos los
pobres e instalar un suburbio rico de la UFB
en las antípodas… Todo esto pese a que en la vida real, lo normal es que sea la
población de pobres la que crezca en exceso e “invada” los vecindarios ricos,
proletarizándolos; o que la lógica habría empujado a los pobres a destruir el
ascensor -The Fall- que comunica las
dos mitades o, como mínimo, que constituyeran un sólido y masivo movimiento
político propio y no una simple guerrilla, como pasó en India, Suráfrica, EEUU
y tantos otros ejemplos históricos.
En resumen: la película se sostiene poco en
cuanto a lógica y narrativa, pero en lo que a estética se refiere, es
suficientemente valiosa, por lo que recomiendo verla a quienes se interesan en
futurología o se entretienen con acción pura y simple (hay tres persecuciones
muy buenas, pero, cuando arrancó la cuarta, sinceramente me fastidié). Por otro
lado, quienes buscan distopías y ciencia ficción seria, aunque pueden hallar
elementos interesantes en ésta, sinceramente recomiendo quedarse mejor con la anterior.
Mi voto IMDb: 6/10.
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