Afiche de lanzamiento |
Vengo llegando de ver la que bien podría
catalogar como la mejor película venezolana que he visto en lo que va de siglo
o, cuidado y si no, en la vida.
Así como lo leen: creo que es la mejor
película de todas las que he visto hechas aquí… ¡Pero mosca!, no corran a
emocionarse o a tildarme de exagerado, porque tamaña afirmación adolece de un
terrible defecto de origen, el de que son muy pocas las películas venezolanas que
me he sentado a ver en mi existencia cinéfila. Confesión que hago con mucha
tristeza pero con la firme convicción de estar obligado a hacerla, dado que se
trata de una realidad que no se origina en mis caprichos y prejuicios, sino en
un estructural problema de fondo cuya solución escapa de cualquier control de
mi parte, y es que el cine venezolano me repele.
Y me ha repelido siempre, pese a sus
notables y muy honrosas excepciones, por el simple y llano hecho de que es malo.
Fría y ruda forma de decirlo, pero no encuentro otra, así que lo repito en dos
platos: El cine venezolano es malo… Peeeero, ojo: es malo no porque aquí
no podamos hacer las cosas bien ¡Para nada! Es malo por el natural y lógico
hecho de que nadie nace aprendido. Nadie agarra una cámara por primera vez y entrega
de regreso una obra maestra para todos los tiempos ¡Imposible!
Déjenme hacer uso de un ejemplo para
explicar mi punto: alguien que juegue “a los bolos” -es decir, bowling- por primera vez en su vida, tiene
una buena probabilidad de hacer una chuza -un strike- en su primerísimo lanzamiento. Pero si se emocionó con esa
jugada y concluye “ah no vale, esto es fácil”, se llevará una gran desilusión en
lo que continúe la partida y vea cómo los que tienen mayor experiencia que él
van a dejarlo en la lona una vez el juego vaya por 10 lanzamientos. Esto
acontece porque cualquiera puede tener suerte con algo tan sencillo como lanzar
una bola por una superficie lisa y recta, pero la técnica que demanda hacer eso
de forma sostenida y metódica, una tras otra, durante toda una partida,
requiere de experiencia ¡Mucha experiencia! Y si hacer una película es mucho,
muchísimo más complejo y complicado que jugar bowling, deducimos pues, que a la primera que se lo intente, el
producto no va a tener la calidad que realizadores y público esperan.
La situación que describo en el párrafo
anterior no sería un problema si después de acometer su primer amateurismo, el
director y su equipo lo hicieran por segunda vez, luego una tercera y, finalmente,
cuando va por la cuarta, comienza a dejarnos cosas de calidad suprema (la curva
de aprendizaje varía de un realizador a otro, pero nunca toma menos de dos
repeticiones). Pues bien, en Venezuela el problema precisamente radica en que,
por el motivo que sea, nadie pasa de la primera película que consigue hacer o,
cuando mucho, de la segunda. País de óperas primas, aquí todo tiene siempre
entonces el sabor a tesis de licenciado en Comunicación Social.
Ahora bien, si la ficha de Hernán Jabes en
la IMDb está actualizada, la película a la que estoy dedicando
este análisis es apenas su segundo largometraje, y aunque desconozco la calidad
del primero (incluso desconocía su existencia), deduzco que el aprendizaje que
obtuvo de él debe haber sido monumental, y si para más tino se rodeó de gente más
experimentada que él -y todo parece indicar que así fue- demostró que sabe emprender
su oficio, porque la calidad de Piedra,
papel o tijera es realmente el producto de un equipo profesional.
Además de lo anterior, intuyo que Jabes cumple
con el otro principal requisito de todo buen artista: no encerrarse en si mismo
aduciendo ridículas y falsas exquisiteces autoindulgentes del orden de “no sigo
a nadie”. No señor: a Jabes le gusta el cine y ha visto muchísimas películas,
bastantes y de todo tipo. Se delata (o mejor dicho: “se le nota”) porque su
película está plagada de miles de influencias que demuestran su buen gusto. Más
importante aún: sabe apreciar lo que los demás hacen, tomarlo y hacer su propia
versión de ello. Director que se deja de engaños y hace esto tiene el éxito
garantizado. Basta ya de complejos de superioridad y autosuficiencias, la
humanidad viene contando lo mismo desde los Antiguos y eso nada tiene de malo.
El genio no radica en dárselas de original y pretender contar algo nuevo (cosa
que nunca ocurre y sólo revela ignorancia) sino en cómo ingeniárselas para que
podamos ver lo mismo que ya nos han contado y que aún así, nos guste y lo
destaquemos de sus antecesoras.
*ADVERTENCIA: A
PARTIR DE ESTE PUNTO LA RESEÑA CONTIENE SPOILERS,
ES DECIR, DE SEGUIR LEYENDO SE TE PUEDE ARRUINAR LA EXPERIENCIA DE VER LA
PELÍCULA PORQUE SABRÁS LA TRAMA*
Jabes tiene que ser fan, como mínimo, de
Michael Mann. Y si no lo es al menos ha visto sus películas y las ha
disfrutado. Y de no ser porque los años no cuadran, diría incluso que para esta
película se inspiró muchísimo en la genial Drive,
del danés Nicolas Winding Refn; pero dicha obra fue estrenada en Cannes apenas
en 2011, y como una película no se hace en menos de un año, la de Jabes conquista
entonces el mérito de parecérsele sin deberle nada.
En aras de la justicia y la equidad, lo que
señalo tampoco es cosa difícil porque resulta y acontece, como ya intuyó el
lector que sabe de cine, que para mi gratificante desilusión -valga
el oxímoron-, Piedra, papel y tijera
es ooootra película venezolana más sobre delincuencia, marginalidad, violencia
urbana y degradación social. Yo no lo sabía y me desilusionó por motivos más
que evidentes: desde hace 40 años parece que aquí no se hace más nada (por
supuesto que se hace, pero esto es lo que predomina) y, para más colmo, nada
tiene de grato vivir esa realidad día a día, sin poder escapar de ella, y
meterse en una sala queriendo justamente lograr esto último y que entonces te lo
tiren de regreso a la cara, pero ahora en formato anamófico y con Dolby
Surround.
Sin embargo, me resultó grato porque, pese a
lo anterior, pude disfrutarlo como lo que estaba buscando: una entretenida
película, una que me emocionó haciéndome reír con los chistes -incluso los que
no eran tales-, angustiándome con las escenas de acción -trepidantes y bien
logradas-, molestándome con las decisiones de los personajes -todos
fabulosamente interpretados ¡Todos!-, esperanzándome con los imprevistos
-bastantes- y lamentándome con el destino y su fatal desenlace (el final es
tristísimo, advertidos).
Pero es aquí en donde siento que debo hacerle un llamado de atención negativo tanto a los realizadores como a su audiencia: dándome
cuenta que esta película pretende ser una con contenido social, una de esas que "dejan
mensaje" -que no es mala interpretación mía lo confirma el hecho de que cierra
con un epígrafe-, de las que buscan moralizar con una contundente denuncia, le reclamo
fuertemente que dicha denuncia me pareció equivocada, errada porque termina
mostrando lo que no debe. Ojo, entiéndaseme bien: yerra no porque no sea correcto
poner el dedo sobre esa llaga, sino porque lo que la llaga necesita para
que finalmente sane, es justamente que la gente deje de ponerle el dedo
encima.
Sí, es cierto que nuestros cuerpos policiales
están corrompidos y que el sistema judicial venezolano no está funcionando,
pero eso todo el mundo lo sabe, lo critica y lo detesta. Pero no sólo eso, sino
que esa tragedia que es nuestro sistema, hasta cierto punto y en buena medida
es culpa nuestra, dado que ocurre porque la ciudadanía no confía en él y lo
evita ¡Y lo que no se usa se daña! Podemos caer en el filosófico debate del
huevo y la gallina, buscando dilucidar qué fue lo que ocurrió primero, pero no
nos serviría de mucho porque resulta que si algún día queremos salir del hoyo,
es con estos bueyes con los que tendremos que arar… Por lo que yo no reforzaría
el estereotipo negativo que la población ya tiene de nuestros funcionarios de
ley y orden, dejándolos literalmente como los malos de la película, si lo que
queremos es ayudar desde el arte a crear conciencia. Además y aunque no me lo
crean, en el sistema judicial, desde los policías y hasta las cárceles, hay
gente competente que, no sólo es capaz de hacer bien su trabajo, sino que, de
hecho, ya lo hace, lo que pasa es que cuando las cosas funcionan no son noticia
y nadie se entera. No les miento, pregunten a quien sabe para que vean. Yo lo
he hecho y he puesto la misma cara que están poniendo uds. ahorita (nah,
mentira, no la puse, pero porque lo intuía y lo que hice fue confirmarlo. Pero
igual los invito a que lo indaguen para que se sorprendan).
Es por esto que considero que ahí es el
único punto donde la película incurrió en un cliché y de los chimbos: porque original
no es denunciar lo que todo el mundo conoce y cree saber muy bien. Venezuela
está tan mal, que lo ingenioso en esta película hubiese sido justamente, y cual
si fuera un sarcasmo, “denunciar”, por el contrario, que sí hay gente buena en
el sistema. De hecho, por un momento pensé que la película iba en esa
dirección, por lo que me terminé desilusionando con el final, pese a que tiene eso
que llaman el twist: el “torcimiento
inesperado de la historia”, que tanto me gusta y que me pareció medianamente bien
logrado.
Sólo por esto, a la película he decido
ponerle un 9 sobre 10 en mi voto IMDb, y no el 10 que por todo lo demás se
merecería. Porque esta película, a diferencia de las de Tarantino y Scorsese,
cuyas obras son una oda perenne al cine por el cine y para el cine, sin querer
enseñarle a la sociedad nada sobre sí misma; ésta sí quería dejar un mensaje,
enseñando mientras entretiene. Pero haciéndolo así, de esa forma, es como
mostrarle el video de una violación a quien acaba de ser violada. Si no se
quiere distraer a la víctima con cuentos
de hadas, tampoco se la debería hundir más en su tragedia. Creo que de lo que se
trata es de enseñarle -enseñarnos- a salir de abajo… No sé, digo yo... *suspiro*
Por todo lo anterior les digo: si esta
película fuese americana, japonesa, argentina o surafricana, le pondría
contento el 10/10 por ese excelente twist
y terrible final ¡Pero es venezolana! …y no puedo dejar de sentir que lo que me
mostraron allá adentro tiene repercusiones sobre lo que padezco acá afuera (y
viceversa). Sí, quizá me salí de lo cinematográfico reclamándoles esto… Pero ellos
lo hicieron primero, yo entonces piso el peine y les respondo. Not my fault!
Pero no me lo tomen a mal. La película es
verdaderamente excelente; más aún en su aspecto técnico, donde merece una mención
especial su fotografía -que es lo mejor que tiene y ha tenido siempre el cine
venezolano- y su sonido -que, de igual forma pero sentido contrario, ha sido
siempre la peor plaga de nuestra cinematografía-. Honores a la banda sonora y
mezcla musical. El guión y las actuaciones, como ya dije o di a entender, impecables
y la edición es de una suavidad notoria.
Volviendo sobre la fotografía, comento que,
además de la curiosidad que me despertó el ratio
de pantalla (no era 2.35:1 pero tampoco 1.85:1, sino un raro híbrido entre los
dos, no entiendo porqué) señalo que al principio le notaba un preciosismo
fastidioso que no me dejaba de molestar porque lo encontraba muy forzado… Hasta
que me di cuenta como a mitad de película, que su propósito era el de
mostrarnos una Caracas reconocible para todos los que la conocemos, pero lo
suficientemente genérica como para que no perdiéramos el tiempo tratando de
identificar nuestras calles y avenidas. Asumí que todos los demás cineastas del
mundo hacen esto en mayor o menor medida, pero como yo no vivo allá, nunca me había
dado cuenta; punto éste a partir del cual me dejé de preocupar y comencé a
disfrutar de lleno. Sí hubiese preferido algunos planos generales y tomas más largas,
pero el estilo al menos fue consecuente y eso es lo importante.
Una cosita más antes de terminar: los
productores, con la excusa de mayor promoción (siempre necesaria), deberían
lanzar al mercado el soundtrack de la
película, ya que de verdad vale por sí mismo. Muy bueno.
En conclusión: les recomiendo 100% Piedra, papel o tijera, de Hernán
Jabes, siempre y cuando no los repele la temática y les gusten los thrillers policiacos. Por cierto, si
alguno está en el negocio de la distribución, lleven esta película a Los
Ángeles y muéstrensela a Mann, Tarantino y Scorsese, les va a gustar ¡Ooh sí!
Página oficial: www.PiedraPapelOTijera.com.ve
Ficha en la IMDb (no actualizada. Por favor que alguien le avise a los productores).
Bueno, Sebastián: vengo llegando de ver esta película, la cual acepté ir a verla, exclusivamente por tu reseña, ya que me impresionó el comentario inicial: "(...)la que bien podría catalogar como la mejor película venezolana que he visto en lo que va de siglo o, cuidado y si no, en la vida". Así que mucho cuidado con lo que escribes, ya que tienes una responsabilidad con tus desocupados lectores, sean aficionados o leales. En fin, la película salvó tu reputación y confirmó que tienes buen tino para criticar los filmes. Si bien el inicio es insoportablemente lento, una vez que se empiezan a entrelazar los bucles con las historias de cada personaje, comienza la acción, el "twist" y bueno el final me gustó: fue un final muy "venezolano", nada que ver con el típico final feliz de Hollywood ni los finales dramáticos y surrealistas del cine europeo. Creo que fue un final como es la vida en este país, o al menos en la Caracas de principios de siglo, una loca mezcla donde cabe perfectamente bien lo inesperado, lo triste, lo feliz y aquello que dice "la vida sigue, a pesar de todo". Bueno Gracias por tu reseña-recomendación...
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