Cada
cuatro años nos quejamos públicamente de nuestro bajo rendimiento deportivo y
le echamos la culpa a todo: que si el Estado, primero y principal por supuesto, y porque desde 1936 nos encanta que sea el que nos haga todo (por tanto, es
culpable cuando las cosas no funcionan), pero también se señalan el bajo nivel
organizacional, el déficit de infraestructura, la falta de patrocinio y pare
usted de contar.
Yo
voy a contribuir, claro está, pero tomando una postura que pocas veces (por no
decir nunca) le he visto asumir a nadie:
La
verdadera causa del bajo rendimiento deportivo venezolano es... La familia: en este país nadie concibe al deporte como
una profesión. El deporte es un pasatiempo, un hobbie, y ya. Sirve para darle disciplina a los muchachos, tener a
los niños ocupados fuera de la casa. Pasados los 18, queda para distraernos los
fines de semana, para mantenernos sanos quemando grasa, drenar el stress... ¡Y ya!
Pero
a la familia venezolana promedio, desde las clases bajas y hasta las altas (sobre
todo a éstas) le resulta inconcebible que, cumplidos los 18 y terminado el
colegio, los chamos prefieran el deporte antes que irse a la educación superior
a buscar un título universitario o su equivalente. Llegan a caerle encima a
todo joven que se proponga dejar los libros para dedicarse a la actividad
física.
Claro,
no es esto nada más, hay que estar claros que en Venezuela faltan capitales,
recursos, instituciones e infraestructura, por supuesto, pero en ningún país
del mundo todo eso creció en los árboles. Todos los recursos que hacen falta
para un alto nivel deportivo (o artístico) aparecen como respuesta a una demanda social, nunca antes.
Si
en los EEUU, por citar un ejemplo, hay estímulo al deporte (patrocinio,
organización, infraestructura, etc.) es porque hay fuerte demanda. "Demanda"
en el sentido de “mucha gente queriendo dedicarse a eso de forma plena”, como
actividad central, esto es: como profesión. Y como el deporte no rinde frutos
al principio, en esta primera estapa es crucial el apoyo familiar...
...y
las familias venezolanas son buenas, cariñosas, solidarias, todo lo que, en un
arranque de emociones, nos gusta atribuirle ¡Pero NO conciben el deporte como
algo más que un pastiempo!
Lo mismo pasa con las artes: joven que quiera dedicarse a la pintura, la danza, la música, etc., dispara de inmediato las alarmas de su familia. Desde mi primer curso he tenido alumnas que me cuentan cómo sus familias llegan a decepcionarse de ellas por no dedicarse a los estudios y preferir el espectáculo. Tuve una que me contó una vez que había oído a sus padres, con lágrimas, decirle a su hermano “¿qué hemos hecho mal’ ¿Por qué nos hace esto?” sólo porque ella lo que quería era bailar y no seguir estudiando (ella, por supuesto, tuvo que quedarse en la Universidad y ya se regularizó, pero comenzó siendo mala estudiante simplemente porque no le interesaba). Y es que hasta ahora, lo único que las familias criollas parecen haber finalmente aprendido a tolerar y hasta a promover es
modelaje/actuación/animación... ¡Y eso de vaina! (puse a la actuación, el modelaje
y la animación -esto es, animación de eventos y programas- pegados con
"slashses", como una misma palabra, porque esas profesiones se
fusionan en nuestro país: toda actriz es modelo, locutora, novia de la madrina,
vedette, etc.)
Sí,
hay excepciones: Rubén Limardo nos acaba de contar cómo su familia fue crucial,
pero justamente por eso es el único oro en 44 años y sabemos que no es lo
normal. Todavía hay mucho rezago, prejuicio o incluso hasta tabú.
Sí,
las familias venezolanas ya aceptan el diseño gráfico como una opción de
estudio ¡Incluso meterse a chef es digno de caché! …pero porque hubo, entre
otros, un Sumito Estévez que demostró que la cocina también podía generar fama
y fortuna, dicho a la venezolana: se respeta y da plata (y Sumito tuvo que
empezar estudiando Física en la Universidad de Los Andes antes de dedicarse a -o
descubrir- su verdadera vocación).
Alguien me dijo en Twitter (donde comencé estas ideas) que no es ninguna “demanda social”
de nada lo que hace a los gringos tan competitivos, sino que allá el deporte es
todo un negocio. Es cierto, pero como dije, el negocio llega después y el
primer beneficiario de eso es el atleta dedicado, el que sueña con ser
profesional. Justamente lo que necesitamos.
Los comerciantes,
promotores, agentes, anunciantes, políticos, publicistas, burócratas, proxenetas…
son los que necesitan a la gente deportistas pro, para invertir en ellos y así enriquecerse. El negociante necesita
gente queriendo deporte, no al revés. Aquí también hay comerciantes queriendo
enriquecerse con deportistas y políticos queriendo fotografiarse con ellos, pero
si estos abandonan al cumplir los 18, los capitalistas y burócratas no los
pueden obligar, no pueden quitárselos a sus familias.
Me proponen
que lo que hace falta es prender la “chispa nacionalista”. Yo no creo que sea
crucial, menos aún en una sociedad libre (China puede hacerlo, Corea, Cuba)
porque esa fórmula se ha intentado ya y nada (verbigracia Chávez), pero no
sirve porque a las familias les sabe a mierda la nación a la hora de criar a
sus hijos. No por apátridas, todo lo contrario, sino que a todos nos
enorgullece un logro nacional, pero cuando se tiene que comer, el nacionalismo
no paga.
Una
cosa más: el status cuasi-sagrado que
posee la familia en nuestro país es tal, que seguro muchos leerán esto y
dirán "no, no... El problema es otro".