sábado, 16 de febrero de 2013

Life of Pi: una auténtica aventura extraordinaria

Afiche de lanzamiento (haz click)

   Todo aquel que entienda y ame al cine como la más perfecta forma de expresión y narración visual, debería hallar en Life of Pi (Lee, 2012) un excelente ejemplo de lo que el formato permite y logra alcanzar. Y es que Ang Lee, que ya de por si me parecía un excelente director, logró con esta nueva entrega demostrar por qué es un gran contador de historias.

   La premisa era retadora: Una aventura ambientada en un bote salvavidas con dos únicos pasajeros, un joven de 16 años y un tigre de bengala… Pero Lee halló en ello la oportunidad de exponer una maravilla visual que perdona cualquier otro problema que la historia tenga, si es que uno se los encuentra.

   Y es que Life of Pi es, como el libro original al cual adapta (MARTEL, Yann, 2001), una película espiritual que busca conectar con su audiencia en el plano de las emociones más íntimas y trascendentales, razón esta por lo cual puede ser una película insulsa para varios, mientras que, para otros, convertirse en una bellísima e inolvidable experiencia.


   Lo anterior, sin embargo, no tiene por qué ser un punto que desmotive el aprecio de quienes se reconocen carentes de necesidades religiosas, ya que Life of Pi es una magistral obra visual, un espectáculo de cine en su más pura esencia, aquella constituida por una secuencia de imágenes donde el diálogo deja de ser central y se convierte sólo en una herramienta de ayuda, como lo era en las primeras películas de cine mudo.

   Ya, sólo por eso, lo que ha hecho Ang Lee gana, al menos para mí, su sitial en los anales del cine mundial (valga decir que yo le había conferido ese honor hace más de una década, con su magistral y aún insuperable El tigre y el dragón).

   Entrando en detalles (cuidado, habrá spoilers más adelante), lo primero que merece una alabanza, como era de esperarse por lo que escribí más arriba, es la espectacular fotografía de Claudio Miranda, sencillamente magistral y sin la cual esta película no podría existir. El uso del 3D, técnica que, he de confesar, no suele levantarme mucho entusiasmo, es, sin embargo, el complemento perfecto para una fotografía que ya de por si era gloriosa. Podría incluso decir que es el mejor 3D que he visto hasta ahora, junto con los de Avatar y The Adventures of Tintin, y que, como en ese par de películas citadas, se vuelve el componente que faltaba para lograr la total inmersión en una historia cuya clave es lograr la empatía del espectador.

   En la misma línea se sitúan los efectos especiales, mención especial la tormenta que hunde al barco y los animales que acompañan al protagonista humano en el bote, entre los que destaca, por supuesto, Richard Parker, el tigre coprotagonista de la historia, el cual fue genialmente logrado por una combinación de fotografía en vivo, muñecos animatrónicos pero, la mayor parte del tiempo, animación computarizada (CGI) hecha por los estudios Rhythm and Hues.

   En cuanto a la historia y eso que llaman “el mensaje” de la misma, dependerá mucho de la personalidad y temperamento de cada espectador el apreciarla en mayor o menor grado. Por mi parte puedo decir que la película se me metió en el alma y esa misma noche soñé con algunas de sus escenas más memorables.

   En un plano más objetivo -si tal cosa hiciera falta-: independientemente de la empatía que uno genere o no con el conflicto central de la narración, ésta está muy bien contada y logra ser coherente consigo misma (requisito este último cuya necesaria obviedad no suele muchas veces ser alcanzado en la práctica, de ahí que lo destaque como algo especial en la película de Lee).

   Siendo más concreto, detallo que Life of Pi consta de un primer acto donde nos describen los tres componentes fundamentales para narrar una buena historia: 1) la personalidad del protagonista -descrita biográficamente sin que canse ni sobre nada- 2) el origen de sus motivaciones personales para embarcarse en esa aventura y, por supuesto 3) el por qué nos están narrando esta historia y no otra. El segundo largo y maravilloso acto es where all the fun is y que no puedo, lamentablemente, describir con palabras. Tienen que ir, verla y dejarse cautivar. Lo resumiré solamente en que quizá sea la mejor historia ambientada en el océano que se haya contado jamás; narrada, además, como la inmensa mayoría de nosotros experimentamos dicho ambiente: en la superficie, con sólo unos atisbos de lo que yace debajo de ella. Un mar lleno tanto de horrores pasmosos como de bellezas sin igual. El tercero acto, el más corto de todos, es el que posee el twist, el giro dramático que ha dejado decepcionados a algunos y mudos de melancolía a otros (entre los que me encuentro), pero cuando se llega a ese punto, sin importar cómo nos impacte, el trabajo ya fue hecho: viajamos durante varios meses por una barca en el medio del océano Pacífico y hemos cambiado.

Mi voto IMDb: 10/10.

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