sábado, 3 de enero de 2015

Sueños del 3 de enero

   Esta mañana soñé que de nuevo era alumno en el último año del colegio y, al llegar, me encontraba con la sorpresa de que la baranda del pasillo que conducía a mi salón había sido removida, por lo que no existía nada que lo protegiera a uno de caerse en caso de resbalar o acercarse mucho al borde.

    Al entrar al aula -tarde, como siempre-, un profesor que no reconocí -mi cerebro inventó un maestro genérico para la ocasión- dijo "Lo bueno de esto es que si se pone fastidioso, podemos hacer así con Sebastián" y acto seguido arrojaba un cojín de colores -con patrones como lo que tenían mis padres cuando nací- por el borde y hacia el suelo, dos pisos más abajo, y como si lo hubiese entendido a manera de orden, se paró Pablo Abreu -quien, curiosamente, no estudió conmigo el bachillerato en el Friedman, sino la primaria en el Michelena- dispuesto a lanzarme por el mencionado borde, ante la risa de todos, sin que nadie saliera a defenderme.


   Como estamos hablando de un tercer piso, el coñazo que me esperaría al caer sería monstruoso. El profesor o algún otro alumno se lanzaba motu proprio, sólo para ver qué se sentía pero con el efecto de entusiasmar aún más a Pablo, quien entonces me argumentó que no me pasaría nada. Yo me negaba y trataba de huir, pero me atrapaban entre varios. Alegué clemencia diciendo que sufría de las rodillas y que aquello me dejaría muy lastimado, pero nada, se disponían a lanzarme. Ante la angustia, desperté. Eran las 7:20 a.m.

   Maldije y me volví a quedar dormido. Esta vez soñé que era parte de una misión espacial orbitando Saturno en un vehículo que parecía ser una camioneta pick-up adaptada para la ocasión. En la parte de atrás, un trío de astronautas se paraban para empujar un objeto que debía quedarse en misión, pero mientras lo hacían, uno de los oficiales tropezaba y caía al vacío espacial... Con la misma, la visión en tercera persona se transformó en primera y pasé a ser ese astronauta a la deriva, que no pudo sujetarse a otra cosa más que al... ¡SPUTNIK!  ¡¡JA!!

Éste era el punto de vista original cuando el astronauta del medio se caía y quedaba a la deriva

   Ante la angustia de saberme perdido para siempre en la frialdad del vacío, me disponía a esperar la muerte cuando en eso me habló un mago de Urano (o Neptuno), planetas que resultaron estar habitados por seres que parecían salidos de un comic de Marvel, pero a partir de ahí ya no recuerdo muy bien lo sucedido, porque la cosa se convirtió en un "tripping" híperespacial, como la escena final de 2001: A Space Oddisey y me desperté. Eran las 9:20 a.m.

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