viernes, 31 de agosto de 2018

Diario colombiano #2

Caldas, Antioquia; mañana del viernes 31 de agosto de 2018.
36 horas desde mi llegada y ya me oriento por la ciudad lo suficientemente bien como para no perderme (al menos por la zona central y las calles aledañas a la casa donde me quedo).
La casa vecinal en donde me quedaba.

 Como les había contado en la primera entrada, la noche en que llegué Natalia me llevó caminando a buscar un sitio en donde tomarnos algo y aunque ella solo insistía en lo muerto que estaba todo, yo quedé asombrado por la cantidad de locales abiertos, así no tuvieran clientela, con sus mesas colocadas en plena acera, invitando a quedarse un rato.
Pero ayer jueves tocó por fin salir de día a pasear y conocer y entendí porqué ella había insistido en catalogar de desierto a la noche anterior... ¡Wao! ¡Qué vida la de Caldas! No sé ni por dónde empezar.

Es una lástima que mi trauma caraqueño me inhiba de sacar el celular en plena vía pública, porque lo que debí haber hecho fue tomar fotos y vídeos hasta saturar la memoria del teléfono, ya que no me alcanzarán las palabras para describírselos con los detalles que se merece esta ciudad.

A ver, lo primero que debo aclarar es que estoy utilizando la palabra «ciudad» con mucha liberalidad, porque, a ciencia cierta, esto es oficialmente un pueblo, y lo es con todos los rasgos y características que se espera de tales entidades sociológicas en América Latina -como carretas tiradas por caballos en el medio de la calle- y que además, debido a su ubicación, es también un pueblo dormitorio, un suburbio residencial habitado por personas que no se pueden permitir los alquileres y costos de Medellín pero que entonces, cuando piensan en ir al cine o verse con un buen médico, bajan a la metrópoli que tienen cerca, suprimiéndole con ello a Caldas de la suficiente demanda agregada para que el mercado local se desarrolle y provea ella misma de una oferta equivalente y que la independice.

La pastelería con salida a la calle.
Sumado a lo anterior, Caldas NO es un pueblo turístico ¡Para nada! No es percibida como un refugio apartado, pintoresco y tranquilo, al que los paisas cercanos o los turistas extranjeros vendrían buscando sosiego, huyendo de las tribulaciones de la sociedad capitalista post-industrial... Hell no!

El bar donde bebes bajos las estrellas.
Caldas es un pueblo de gente trabajadora que no se anda con pajas ¡Pero qué pueblo! Todas las calles que he recorrido hasta ahora -que, lo admito, no son más que una mera fracción y todas en la zona céntrica- están abarrotadas de todo tipo de restaurantes, bares, panaderías, venta de chucherías, heladerías, abastos, súper mercados, burdeles, casinos, luncherías, kioskos, pizzerías, churrasquerías, y un largo etcétera dentro del género, subgénero y especie de la categoría económica «local con mesas». Es impresionante y no hallo una forma de describirlo que dé a entender lo que digo cuando digo «abarrotado». Me refiero a lleno, repleto, fuuuull.

Automercado moderno.
Es tal la cantidad de locales, que la gente termina caminando por el medio de la calle, directamente sobre el pavimento debido a que, para más colmo, los comercios no se restringen a sus espacios internos y la mitad de las mesas las ponen sobre la acera. He visto bares de mala muerte en donde tumbaron media pared para instalar parte de la barra dando hacia afuera, con lo cual, los bebedores de alcohol lo hacen bajo las estrellas, iluminados por los postes del alumbrado público. En una pastelería en donde, ya de noche, paramos para comprarle una torta a la cuñada, si bien la caja registradora está hacia adentro, las vitrinas dan hacia todos los lados, calle incluida, con lo que las vendedoras tenían que estar dando vueltas porque los clientes llegan desde los 360°. En otra calle que, al recorrerla, descubrimos que era «la roja», las muchachas, si bien todas dentro del local, se las podían ver sentadas arremolinadas en mesas detrás de las clásicas cortinas de pepitas, completamente a la vista de quien pasea por la acera. Luego, a los pocos metros de ahí, vi un "bikers bar" decorado con motos y partes de carrocerías y, más abajo, un bar rockero con fotos de artistas anglosajones y guitarras en las paredes. Las cadenas de automercados, modernos y súper bien iluminados -a los que todavía no he tenido el valor de entrar para no amargarme- están junto a bodegas y tradicionales abastos vende tutti que también exhiben la mitad de su mercancías a vista de quienes caminan sin buscar nada específico. Y lo mejor es que para todo pareciera haber clientela, ningún local luce estar al borde de la quiebra por no haber encargado a tiempo un concienzudo estudio de mercado o haber sobreestimado los gustos de su potencial público.

El pueblo se rediseña, construyendo modernos edificios residenciales.
Yo sabía que algo así eran París, Marrakech y Hong Kong ¿Pero Caldas, Antioquia? Pecaré de prejuiciado pero de verdad que no me lo esperaba.

Seguiremos informando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario