lunes, 7 de septiembre de 2020

Elecciones americanas 2020, pt. 5

 Este capítulo salió publicado el lunes 31 de agosto de 2020 por mi podcast Perípatos (que también pueden escuchar por Spotify) y en él continúo la cobertura sobre las elecciones presidenciales americanas, al tiempo que me valdré de ello para ir explicando poco a poco la historia, las características y las instituciones del sistema político de los Estados Unidos.



    En el capítulo de hoy continuaré con el análisis sobre la naturaleza y estructura de los partidos políticos americanos una vez haya hecho el repaso de las encuestas, pero antes de entrar en materia, quiero darles las gracias públicamente a los dos nuevos donantes y mecenas del podcast. Les prometo que en lo que nos podamos ver en persona, le compraré a cada uno un helado de su sabor favorito ¡Oooh sí!

    Otro anuncio importante que debo hacer es contarles que a partir de este capítulo pueden escuchar anuncios publicitarios entre les diferentes secciones, y digo “pueden” porque todo depende del servicio prestado por AnchorFM, el cual toma su tiempo para ubicar anunciantes a los que les interesa el perfil del podcast, quienes luego de un tiempo pueden removerlas una vez haya concluido su campaña.

    Sin más preámbulos, entro en materia con los…

1.- Números y encuestas.

    Como es costumbre, empiezo el capítulo analizando las tendencias del electorado según diversos estudios de opinión. Y la tendencia es, al parecer, la inmovilidad, pues en esta semana no hay registrado mayor cambio que destaque con respecto a la anterior. En el promedio de encuestas nacionales que realiza FiveThirtyEight.com, Biden mantiene su delantera, pese a un leve retroceso de un (1) punto porcentual, bajando de 9,2% a 8,2% entre domingo 23 y el 30, mientras que Trump se mantiene firme en 42%. Como estos números están dentro del margen de error, podemos afirmar que la situación sigue idéntica.

    Idea confirmada por un estudio de ABC News/Ipsos, que buscaba analizar el efecto de las convenciones sobre las respectivas candidaturas. Grosso modo, ninguna de las dos recibió mayor impulso, sin embargo, lo que me pareció más interesante de la investigación fue una evaluación de las reacciones del público a los mensajes de cada convención.

    Según éste, 53% de los encuestados aprobó lo dicho y hecho por los demócratas en su convención, mientras que sólo un 37% estuvo de acuerdo con lo dicho y hecho por los republicanos en la suya. Es decir, sólo 1/3 aprobó el mensaje republicano contra la mitad que aprobó el demócrata.

    Cuando desglosan la muestra por filiación partidista, por supuesto, los grupos se alinean de forma casi uniforme, con todos los republicanos hablando maravillas de su propia convención y pestes de la contraria y exactamente lo mismo los demócratas. Pero lo interesante fue la opinión de los llamados “independientes”, esos votantes que no están registrados en partido alguno. Para este importante grupo, 51% aprobó lo dicho y hecho por los demócratas contra sólo un 39% que aprobó el mensaje republicano, es decir, que los independientes reflejan la misma tendencia que el electorado general.

    Pero estas son tendencias estimadas a nivel nacional y recordemos siempre que en los EEUU el Presidente es electo por los Estados a través del Colegio Electoral, es por eso que prefiero los análisis predictivos hechos a nivel estadal y para ello, como siempre, utilizaré el mapa de Electoral-Vote.com.

    La semana pasada les informé que Biden seguía aventajando con holgura en votos electorales, aunque con una sensible disminución de estos debido a que había sido publicada una encuesta que daba como ganador a Donald Trump en el estado de Texas -algo que era esperable- pero he aquí que en el transcurso de la semana salió publicada otra encuesta que vuelve a dar a Biden como ganador, si bien muy dentro del margen de error, pero bastando para volver a colocarlo con una ventaja de 388 votos contra 132 para Trump (los 18 de Ohio siguen empatados). Recordemos que para ganar el Colegio Electoral hacen falta 270 votos.

    Antes de cerrar la sección quiero repetir una vez más lo que ya he dicho en capítulos anteriores: si bien al día de hoy Biden lidera en las encuestas, como lo ha hecho desde febrero, esto no asegura sin lugar a dudas que ganará o que Trump está ya derrotado... Hell no! (o en castellano “¡Ni de vaina!”).

    Quedan aún dos meses exactos hasta Election Day y aunque en varios estados, como Pennsylvania, están próximos a empezar a votar mediante el famoso “voto temprano”, es harto probable que la mayoría de los votantes esperen hasta por lo menos los primeros debates presidenciales para sufragar y en ese tiempo pueden ocurrir muchas cosas.

    Puede pasar que Biden tenga algún problema serio de salud que ponga en duda su condición para el cargo que pretende o, menos dramático aún, podría simplemente tener un muy mal desempeño en el primer debate, que es el que siempre recaba mayor audiencia. También podría ocurrir que alguno de las docenas de laboratorios que están tratando de crear una vacuna anunciara la creación de alguna que Trump entonces decida aprobar y esto lo repunte en las encuestas, algo que quizá impacte positivamente en los mercados y hasta haga retroceder el desempleo, subiendo así su popularidad. Otro escenario probable es que aumenten los disturbios raciales desatados en protesta por el abuso policial y el llamado “racismo sistémico”, al punto de tornarse en pequeñas batallas de una velada micro-guerra civil en la que Trump aproveche para presentarse como el candidato de la ley y el orden o cualquier otra cosa. En política nunca nada es seguro y casi todo vale.

    Pero hasta aquí las encuestas, al regreso concluiré el tema que empecé en el capítulo anterior, dedicado al análisis de los partidos políticos americanos.

Tema de la semana: Los partidos políticos americanos hoy.

    La semana pasada hablé in extenso -quizá demasiado- sobre la historia de los partidos de EEUU, mencionando varios de los pequeños que han tenido algún rol histórico, pero básicamente centrándome en los dos grandes que han dominado la política americana desde mediados del siglo XIX, el Demócrata y el Republicano, destacando sus símbolos, historia y sus transformaciones.

    En esta oportunidad cerraré el tema elaborando sobre cómo funcionan estos dos partidos en la actualidad, cómo están organizados, cómo se financian y qué serie de ideas e intereses pretenden representar. Para ello, sin embargo, debo hacer primero un par de definiciones teóricas sin las cuales no podría avanzar en mi argumentación.

    Los términos en cuestión son party coalition y party system, ambos íntimamente relacionados al punto de no poder entenderse el segundo sin el primero. Este, party coalition, es una expresión que en castellano tenderíamos a traducir como “coalición de partidos”, en plural, lo que nos hace pensar en una alianza entre varios partidos independientes que se unen para, por ejemplo, presentar una misma candidatura para evitar la dispersión de votos entre muchas opciones similares -caso de la Mesa de la Unidad Democrática venezolana-. También hace pensar en eso que ocurre con bastante frecuencia en Europa cuando, después de una elección en la que ningún partido alcanzó la mayoría, varios entre los que presentan similitudes ideológicas o programáticas, negocian para tratar de formar gobierno, repartiéndose los cargos ejecutivos y estableciendo compromisos de sus políticas.

    Pero en EEUU el término, que, recordemos, está en singular, no describe nada de lo anterior. A lo que en realidad hace referencia es la sumatoria de diferentes grupos de votantes a los que el partido o la candidatura buscan convencer de ser su mejor representación. Cuando esta “coalición de base”, es decir, esta amalgama, en principio amorfa, de muchos votantes distintos con diferentes intereses e ideologías, supera una elección específica, se hace nacional y dura en el tiempo, volviéndose de alguna forma coherente o al menos predecible, politólogos e historiadores americanos hablan de “sistema de partidos”. El consenso al día de hoy es que han existido entre 5 y 6 coaliciones o sistemas.

    El caso más ejemplar de party coalition es el del quinto sistema de partidos, llamado New Deal Coalition, donde dominaron los demócratas a través de la “coalición” de los siguientes votantes: a grandes rasgos, 1) sureños para quienes lo vital era el mantenimiento de la segregación racial, pero también abiertos a que el Estado central hiciera grandes inversiones en infraestructura, sobre todo las destinadas a la industria agropecuaria; 2) obreros y personal administrativo de rango medio y bajo, tanto públicos como privados, concentrados en las grandes ciudades fabriles, sobre todo las del Midwest; 3) intelectuales, académicos y estudiantes de las urbes costeras, como New York, San Francisco, Boston, Los Angeles, Philadelphia, etc. Y 4) importantes minorías raciales culturales o religiosas, como negros, hispanos, católicos y judíos.

    Muchos sostienen que esta coalición comenzó a resquebrajarse en 1964, cuando los demócratas, liderados por un sureño, aprobaron la Ley de Derechos Civiles, que buscaba acabar con el racismo institucionalizado desde el fin de la Guerra Civil, cien años antes. No en balde cuentan que, al instante de firmar la primera de las mencionadas leyes, el mismo Presidente Lyndon Johnson, tejano, dijo “hemos perdido al Sur por una generación”. Sin embargo, el siguiente sistema de partidos no se puede definir con claridad hasta la cristalización de una nueva “coalición”, que algunos llaman “Moral Majority” y que ahora se consolidó alrededor de los republicanos luego del triunfo de Ronald Reagan en 1980.

    Los elementos básicos de esta nueva coalición son votantes preocupados por lo que consideran la pérdida de los valores familiares o religiosos, así como la guerra a las drogas, la oposición al aborto y el matrimonio gay. En fin, todo los ítems que vienen a la mente en lo que alguien pronuncia la palabra “conservador”.

    Pero volviendo a los partidos y su organización al día de hoy, todo lo anterior puede interpretarse como que estas alineaciones ocurren por el deseo de los líderes de ambos partidos, siguiendo planes maestros y líneas estratégicas claras ¡Pues ne!

    Desde su nacimiento los partidos políticos americanos fueron tan descentralizados como todo en ese país -¡o más!- pero luego de la Segunda Guerra Mundial y sobre todo, luego del auge de las primarias en los años ‘70s, el centro perdió todo poder, quedando reducido a meras instancias administrativas, siendo los candidatos quienes realmente les dictan o imponen las líneas a sus partidos y no lo contrario, como ocurre en otras partes del mundo. Tan es así que ni siquiera tienen tribunales disciplinarios y no existen casos -o no conozco- de expulsiones por rebeldía o alguna otra forma de desobediencia a la autoridad. El único juez que queda en los partidos americanos es el votante de las primarias, son ellos quienes premian o castigan las palabras, obras u omisiones de quienes pretenden liderarlos.

    Como crítica a esta última afirmación, muchos han mencionado que los verdaderos poderosos son los donantes, sobre todo los que donan de diez mil dólares para arriba, pero como demuestra la experiencia de Jeb Bush en 2016 y de Hilary Clinton en 2008, los donantes garantizan muchas cosas, menos votos.

    Tooodo esto ha provocado que muchos politólogos, tanto americanos como extranjeros, consideren a los partidos de EEUU como meras plataformas electorales que, aunque efectivamente presentan una tenue cohesión ideológica, sólo funcionan cuando hay una elección, jugando muy pequeños roles el resto del tiempo, y eso cuando juegan alguno.

    Como prueba de lo anterior presento el caso del Partido Republicano en 2020, que por primera vez en su historia no se molestó en redactar una plataforma programática, y eso que la de 2016, que pueden buscar en Google, tuvo más de 30 mil palabras. Esto no quiere decir que a todos los republicanos ya no les importe tener plataforma, no. Seguro que para muchos eso era sagrado, pero es que a quien no le importa es a Donald Trump, que es el candidato y, por tanto, el líder del partido, por lo que éste se pliega a la voluntad de aquel. Pero ojo, que no es porque el GOP haya perdido todo respeto propio, es porque siempre se ha hecho lo que desee el candidato y si antes estos oían los consejos o incluso las advertencias de sus copartidarios, era porque se los dictaba la propia sabiduría política, no los estatutos ni reglamentos de la organización.

    En fin, creo que ha quedado claro el punto, por lo que cerraré el tema y, con ello, el capítulo de esta semana.

3.- Cierre y despedida

    En otras noticias: Trump pasó el fin de semana [re]tuiteando cualquier tipo de acusaciones infundadas, sobre cómo las protestas en su contra son “un golpe de estado en cámara lenta”, amenazando con apresar sin juicio al gobernador de NY -contra el que no existe NINGUNA acusación- o alegando que el número total de muertos por CoViD-19 no son 185 mil sino sólo 9 mil. En fin, lo usual.

    Esto ha sido todo por hoy, espero les haya sido esclarecedor y si tienen alguna duda, crítica o comentario, pueden contactarme. Si les gustó, los invito a ser mecenas y a recomendar el podcast…

¡Hasta la próxima!

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