martes, 7 de enero de 2014

Mi motivo para detestar al chavismo

   Nunca he sido chavista ni lo seré jamás. No lo fui cuando intentaron el golpe de estado en 1992, ni cuando se lanzaron a la presidencia en 1998, no lo fui cuando promovieron una nueva constitución, ni cuando se les murió el líder galáctico ¿Por qué? Por ene cantidad de motivos, pero me basta con uno solo para considerar a Hugo Chávez y a su gente como el peor presidente que ha tenido Venezuela desde, al menos, 1936 (aunque fácil podría decir que en toda su historia republicana). El motivo es el siguiente: destruyeron el poco Estado que llegamos a tener alguna vez.
"Leviathan", por Thomas Hobbes, 1651.
Primera gran teorización del Estado. 


   Ojo: dije Estado, a secas y sin apellido. No dije estado de derecho. No, Estado y punto, es decir, me refiero a eso que el sociólogo alemán Max Weber definiere en 1919 como “aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio (el ‘territorio’ es un elemento distintivo) reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia física legítima” (El político y el científico, pág. 2).

   Las negritas y el subrayado de la cita anterior son míos, porque quise destacar que, para Weber, sociólogo al fin, no basta con que el Estado se arrogue una función o que formalmente, según la ley, sea algo… No, ¡tiene que ser efectivo! Es decir, tiene que ser un hecho, una realidad tangible y concreta, un fenómeno medible y evidente, no importa que sea de acuerdo a la ley o no.

   Si quieren, podemos verlo con algo más cercano a nuestra realidad cotidiana: imaginemos una comparación entre par de personas que, aunque casadas de acuerdo a la ley y a la tradición, no conviven ni hacen nada juntos; contra una pareja que aunque no haya firmado nunca ningún papel ni dicho en voz alta ninguna frase, duermen en la misma cama, tienen exclusividad sexual entre ellos, se tienen auténtico y genuino afecto, conviven e inician a cada rato proyectos juntos. Para Weber, matrimonio sería la segunda pareja, no la primera, pese a que formalmente ésta sí lo es y aquella no.

   Pues bien, en Venezuela existe un Estado, de nombre y de acuerdo con la ley, pero el fenómeno real, efectivo, material y tangible, no existe. Es como cuando el GPS te lleva a una dirección donde se supone que hay un banco, pero que cuando llegas no hay más que un local vacío, con un montón de sobres no abiertos acumulados debajo de la puerta. En principio, ahí dice algún papel que queda “algo”, pero en la realidad, no lo hay.

   Por eso y ya sólo por eso, detesto profundamente a esta banda de facinerosos que se hacen pasar por servidores públicos, incluso cuando muchos de ellos sincera y honestamente se juran estar trabajando por el bien de la sociedad.

   Puede argumentarse que el Estado tiene otras funciones o que hay otros motivos para detestar al gobierno chavista, pero a mí me basta con ese porque, en mi calidad de politólogo, lo percibo como el causante de todas nuestras otras desgracias.

   Y es que luego de su aparición durante el Renacimiento tardío -el Estado es un fenómeno exclusivamente moderno y occidental- además de monopolizar la violencia física o, lo que es lo mismo, de proveer seguridad, el Estado fue asumiendo funciones tales como promover el crecimiento económico controlando la inflación, desincentivando la especulación, creando las condiciones propicias para la inversión y un largo et cetera de naturaleza económica. Luego de las revoluciones atlánticas de finales del siglo XVIII, el Estado también asumió el rol de garantizar los derechos individuales y sociales mediante la limitación de su poder, la apertura a la participación ciudadana y la sacralización de derechos tales como el libre tránsito, la libre expresión, la libre asociación, el libre contrato, el libre culto y otro largo et cetera. Desde ahí, no ha parado y hoy el Estado hace -o es- todo: creador de empleos, proveedor de servicios básicos, dueño de medios de comunicación, garantizador de la salud pública y pare usted de contar. Casi todas las profesiones encuentran empleo en el estado: médicos, farmacéuticos, ingenieros, docentes, militares, abogados, aseguradores, periodistas, músicos, pintores y un tercer largo et cetera se hallan en su nómina.

   ¡Pura paja! Ninguna de todas esas funciones sirve de nada ni le harán ningún bien a la sociedad si el Estado no hace, antes que todo, aquello por lo que se le creó: ser un garante del orden y la seguridad pública y privada. Esto es así porque esa es su característica esencial, es decir, aquella sin la cual deja de ser lo que es. Imaginen un teléfono móvil que tenga de todo -pantalla táctil, videojuegos, mapas, cámaras fotográficas, brújulas, controladores de la menstruación, agenda, procesador de palabras, hoja de cálculo, reproductores multimedia, disco duro- pero que no tiene antena para conectarse a la red celular o de WiFi; o un automóvil con asientos reclinables, desempañadores, vidrios ahumados, tapizado en piel de camello, reproductor MP3/Blu-ray, cónsola de videojuegos, dildo y estuche para los lentes, pero que no tiene motor o que el que tiene pasa aceite, se recalienta y está a punto de fundirse… Como decía mi papá “¿me explico?”

   Y es que ¿de qué sirve todo lo que se le agregue a un invento cuando no le sirve lo esencial? Pues bien, eso es lo que le pasa al Estado venezolano (y al latinoamericano en general): aquello para lo que se le creó -y que debería hacer antes que nada- no funciona, por tanto, todo lo demás que a lo largo de la historia se le ha atribuido al Estado o éste se ha auto-otorgado -id est, ha expropiado-, lo hará (y de hecho lo hace) mal.

   Es como si a Einstein le hubiesen hecho una lobotomía al cumplir los 23.

   ¿Pruebas? Aquí las tienen: en los países de América del Norte y de Europa (y en dos de Asia nororiental) el Estado hace muchas cosas chéveres que se traducen en una mayor calidad de vida de su población, tales como otorgar servicios públicos de salud y educación en un amplio alcance, construir o mantener estupendas vías de comunicación, garantizar suficientes metros cuadrados de área verde por habitante, etc. En América Latina (ni hablar de en África y el resto de Asia), no tenemos el mismo bienestar. Ahora compárenlo con las tasas de homicidio, hurtos, robos y cualquier otra forma de violencia física. ¿Cuántos homicidios hay en Portugal y cuántos en Guatemala? ¿Cuántos secuestros y extorsiones hay en Alemania y cuántos en Venezuela? (la pregunta es retórica, pero si tienen necesidad de datos duros, pueden verlos en Wikipedia)

   No es cierto que la desigualdad social sea el origen de la violencia, porque países muy desiguales como Estados Unidos -cuyo coeficiente Gini lo sitúa en la posición número 120- o Israel -que es el # 86- (fuente) tienen, sin embargo, unas tasas de homicidio por cada cien mil habitantes de 4,7 y 2,1 respectivamente. Venezuela, en cambio, pese a una desigualdad que nos coloca en el puesto número 83 (es decir, menos desiguales que Israel y que EEUU) tiene 45,1 homicidios por cada 100.000 habitantes.

   Tampoco son los valores de vida burgueses los que hacen que la gente se mate, porque Holanda, que ya era independiente, republicana y muy, muy capitalista cuando EEUU no existía ni como idea, tiene 1,1 muertes intencionales por cada cien mil habitantes, exactamente los mismos que Túnez, país que nada tiene de burgués y que ni occidental es.

   ¿Qué tienen en común los Estados Unidos de América, el Estado de Israel, el Reino de los Países Bajos y la República de Túnez? Un sistema jurídico y unos cuerpos de seguridad que dan y dan y dan y dan hasta que hallan quién fue el culpable de aquel robo, este homicidio, aquel secuestro o esta extorsión. Algunos serán más sutiles y apegados a derecho, otros serán más bastos e incivilizados, pero en todos esos países, quien tenga pensado delinquir, tiene total certeza de que tarde o temprano le va a caer el peso del Estado (lo contrario a esa certeza se llama impunidad). En Venezuela -donde eso ya era así antes de que llegase al poder el chavismo pero en donde ahora es mil veces peor- no, y por eso, ya nada más por eso, detesto al chavismo y lo considero el causante de todas nuestras desgracias.

Fin.


5 comentarios:

  1. Pues tienes toda la razón: éste "Estado" (si es que se le puede llamar así) por su inoperancia e ineficiencia, no sirve para NADA excepto para robar, insultar y reprimir.

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  2. Hola pana, excelente tu explicación de nuestro gran peo nacional, está como para publicarlo en todos los medios de comunicación nacionales. Saludos.

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  3. Tienes toda la razón en tu comentario. pero que mas se puede esperar, de un pais donde se elige como presidente a un individuo que ue protagonista de un intento de magnicidio, y que condujo a la muerte a por lo menos una centena de personas? Y lo eligieron 2 veces!!! Luego eligen a uno, que en vez de tener curriculo, lo que tiene es prontuário!!! Y ademas se rodea de un gran circulo de "delincuentes" con prontuário incluído....

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  4. Jajajaja de ciencias tenías que ser gracias a eso te logre entender más fácilmente :P

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  5. Muy interesante tu artículo, sin embargo, pese a no ser chavista (mas si de pensamiento de izquierda no radical, por tanto anti oposición de derecha), pienso que Chávez, como presidente, jamás será peor que Nicolás Maduro, este último, en mi humilde opinión, es la peor desgracia que le a caído a Venezuela.

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