viernes, 25 de julio de 2014

Una de reinas y cortesanas

Afiche original de lanzamiento (haz click)
   La revolución francesa, pese a que sólo duró diez años, es uno de los períodos más fascinantes y atractivos de la historia universal. De ahí que, 225 años después, aún abunden las novelas, películas, series de televisión y hasta videojuegos que se ambientan durante la misma; en especial alrededor del que parece ser el momento más conocido por el imaginario colectivo de todos los que se sucedieron en  aquellos turbulentos años, la “toma de la Bastilla” (14 de julio de 1789). La singular preferencia por dicha fecha muy probablemente se deba a que, además de su particular simbolismo en el contexto de la monarquía absoluta dieciochesca, los franceses desde muy temprano vieron en ella la máxima expresión de lo que su influencia podía alcanzar y generar en el mundo. De ahí que, consecuentemente, su conmemoración la hayan convertido en su gran fiesta nacional, equivalente al 4th of July de los americanos.

   Dadas las implicaciones de lo anterior, es normal asumir que ya no hay necesidad de escuchar otra vez el cuento sobre aquel trascendental día, y que podríamos esperar, de parte de los nuevos narradores, historias [stories] enfocadas en algunos de los otros eventos entre los muchos ocurridos durante aquellos diez años revolucionarios, muchos de los cuales han recibido inmerecida poca atención: la Marcha de las Panaderas, la Huida a Varennes, las Masacres de Septiembre, el juicio y ejecución del rey, la Fiesta del Ser Supremo y la Diosa Razón, El Terror, la Reacción de Thermidor, la Conspiración de los Iguales o los golpes de estado de Fructidor y de Brumario; eventos todos estos, créanme, sobradamente novelescos.


   Sin embargo, nunca se debe decir que ya ha sido suficiente, porque pese a que admito que prefería una película que tuviera lugar durante cualquiera de los otros eventos arriba listados, he disfrutado bastante el haber vuelto a ver una película que inicia exactamente en el día de la Toma de la Bastilla y que termina apenas cuatro noches después. Hablo de la francesa Les adieux à la reine, “Adiós a la reina”, película de 2012, que fue nominada al Oscar en 2013 y que pasó por nuestras carteleras en mayo de este 2014, con motivo del tradicional festival de cine francés -al que no pude asistir- pero que ha hecho un breve retorno a algunas de las salas digitales caraqueñas (regreso que, valga decir, agradezco, porque me permitió poder verla como se debe: en la gran pantalla).

   Ahora bien, esta nueva representación de la famosa fecha nacional francesa viene con la particularidad de que, pese a que trata sobre los eventos que giraron en torno al famoso motín parisino, dicha ciudad capital no aparece ni una sola vez, como tampoco lo hacen ninguno de los revolucionarios -salvo por un par de guardias nacionales durante los últimos minutos del film- debido a que la totalidad de la película transcurre en el palacio de Versalles, residencial oficial de la monarquía durante los cien años anteriores al estallido de la Revolución. Lo que quiere decir que ésta es una película, no sobre los revolucionarios, sino sobre los “revolucionados”.

   En concreto y como deja sospechar el título de la obra, ésta trata sobre la corte de la reina consorte, Marie-Antoinette, personaje éste que, valga acotar, para nada es extraño a las lentes de los cineastas, que desde los documentalistas y hasta los pornográficos, han padecido la atracción de su patética biografía, quizá porque pareciera encarnar, ella sola, todos los vicios de un estamento que, por las plumas de Hegel y Marx y de manera ex post facto, lleva dos siglos siendo descrito como destinado a desaparecer a consecuencia de su propia contradicción y desgaste histórico.

   La película está narrada desde el punto de vista de una joven empleada de la corte, Agathe-Sidonie Laborde (interpretada por Léa Seydoux, que un año antes tuvo un cameo en la celebrada Midnight in Paris de Woody Allen), quien funge de “lectora oficial de la reina” y que está secretamente enamorada de ella. Desde su perspectiva iremos conociendo a la corte en su diario y aburrido devenir, mientras son atendidos por centenares de empleados que, en su diario laborar, chismorrean sin cesar y se excitan durante esos cuatro frenéticos días en los que el rey debe decidir cómo reaccionar ante las noticias que llegan de París, ciudad ésta de la que también han comenzado a llegar libelos sediciosos que acusan a buena parte de la nobleza de merecer la decapitación, empezando por la mismísima reina.

   Pero cuidado, pese a lo atractivo de la descripción anterior, no esperen épicas escenas de acción, complicadas intrigas políticas o lujuriosas y prohibidas relaciones de amor, fórmulas con las que usualmente han sido representadas todas las cortes aristocráticas, ya sean históricas o ficcionales… ¡Nada de eso! Les adieux à la reine es lenta, estira su trama sobre apenas cuatro días y puede resultarle, a muchos de los que están acostumbrados al más dinámico cine de Hollywood, como francamente aburrida. Pero no se dejen engañar, su sutil genialidad radica precisamente en esa lentitud, la cual permite, si se mira con atención e interés, aprender un montón sobre un mundo que desapareció.

   La película, sutil pero decididamente, a través de hábiles recursos narrativos, centra su atención sobre el ocaso de la famosa nobleza francesa, otrora crema y nata de la aristocracia europea e históricamente formada para pelear, a la que se ve ahora convertida en un vago recuerdo de lo que fue, siendo incapaz de enfrentar el problema que le estalla en la cara "entre gallos y medianoche", ya que ellos, por lo que llevaban más de una década preocupados, era por el hecho de que Gabrielle de Polastron, duquesa de Polignac (interpretada por mi amada Virginie Ledoyen)  tenía completamente acaparada toda la atención de la reina Marie-Antoinette -o, en su lengua natal, Maria Antonia Josepha Johanna von Habsburg-Lothringen, ya que era austríaca, hecho éste que es coincidencialmente replicado por la escogencia de una actriz también germánica para interpretarla, la bellísima Diane Kruger-, atención de la que ellos también querían sentirse meritorios... ¡Y nada más!


Mi voto IMDb: 8/10.

No hay comentarios:

Publicar un comentario